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Saturday, December 30, 2006

La horca del orco

Ha muerto un dictador a manos de una dictadura internacional más sangrienta aún. Ha sido ejecutado sumariamente antes de los plazos de ley, sin la modalidad que su condición de militar exigía, y contra las tradiciones religiosas de toda la comunidad musulmana. La prisa por liquidarle antes de año nuevo le ha agregado un halo épico innecesario a la fama del perseguido Sadam Hussein, dándole a Bin Laden, y a los agentes de terrorismo que la CIA financia, el pretexto para provocar una desestabilización mayor en la región petrolífera más importante del orbe.

El humo, la pólvora y los incendios han invadido Bagadad y otras ciudades pese a la cruel cacería practicada sistemáticamente contra los patriotas de la resistencia irakí a la que se suman cada vez más sunitas, chíitas e incluso kurdos. Las tropas invasoras norteamericanas, los ejércitos pusilánimes y cómplices de la ONU, y los lacayos nativos del ejército y otras instituciones burguesas, se preparan para soportar acciones de resistencia guerrillera a gran escala en todo el mundo islámico. Bush lo ha admitido públicamente.

Los ululantes y agudos gritos fúnebres de las mujeres irakíes cortan la noche, pero no alcanzan a quienes mintieron y prevaricaron para invadir Irak. Se dijo que había armas atómicas y no las hubo. Se dijo que había armas bacteriológicas y no las hubo. Toda vez que los norteamericanos han impedido que la causa kurda concluya en una sentencia demostrativa contra Sadam. Los norteamericanos y las autoridades irakíes e internacionales se han apresurado a matar al ex dictador para que no pueda demostrarse en juicio que nunca existió ni fue usada tal tecnología contra los kurdos.

Sadam ha sido acusado de fundamentalismo precisamente por el régimen mesiánico más abyecto de la historia reciente, el norteamericano. Ha sido acusado de dictador, pese a haber sido legitimado en elecciones no cuestionadas, mientras su acusador ganó en proceso dudoso cuestionado por los norteamericanos más lúcidos e independientes de su país. Ha sido acusado de genocida precisamente por quienes inventan la tecnología del genocidio. Ha sido ejecutado y ya no hay vuelta atrás, aunque se demostrara que todo no pasó de ser una vil patraña, no hay nada que hacer, pues es evidente que no le ha condenado el imperio de la ley sino la ley del imperio.