Reciba el saludo fraterno del Colectivo Marxista Revolucionario “Hoja Obrera”, para agradeceros la gratísima oportunidad de recibir respuesta del otro lado de la red, aunque ella haya sido discrepante en casi todos sus extremos. No obstante, ello nos ha brindado la sana ocasión para conversar, explorar en adelante –juntos- algunos temas, y aclarar malos entendidos, convencidos -como estamos- de abrazar con ustedes las mismas causas, los mismos fundamentos, los mismos paradigmas y la misma fe ( a pesar del modo en que empezó el siglo ) respecto del advenimiento de una era de racionalidad libertaria, de autenticidad plena y de felicidad compartida, entendida como el esfuerzo épico por re-construir la historia de la humanidad hasta alcanzar el comunismo mundial, por el esfuerzo solidario y mancomunado de los obreros y luchadores a escala mundial.
Ahora bien, pasemos revista a algunos de los aspectos destacados por ustedes para reflexionar críticamente acerca de las posibles implicancias de nuestro Manifiesto.
1 ) Decís que “la “unidad más extensa de los obreros del campo y de la ciudad, y la de los marxistas, los revolucionarios, los demócratas y las gentes de fe, NO ES un partido revolucionario”.
Efectivamente, camaradas, decís bien, no lo es. Apenas apunta a ser un frente para resistir y –eventualmente- vencer la arremetida fascista Cívico-Militar Contrasubversiva usada por décadas por la burguesía nativa subsidiaria del Gran Capital Mundial y sus imperialismos, para develar, en nuestro caso, las guerrillas de Blanco, Heraud, De la Puente, y las insurrecciones populares del 76, 77 y 78, además de la guerra civil campesina en los 80’s, y la propaganda armada tupacamaristas en lo que siguió de la década, y ahora usada por el neoliberalismo apro-fuji-unionista para legitimar la matanza de los manifestantes, declarada como inimputable, cuando los soldados y los policías sean movidos a parapetarse tras la “obediencia debida” o el “cumplimiento reglamentario del deber”.
Entendemos que el Partido Revolucionario es, por composición de clase, fundamentalmente obrero, por composición política, socialista científico o marxista-leninista, y por estructuración orgánica, bolchevique y, por compromiso militante, internacionalista. Dentro de él, participan los que no son obreros, porque son marxistas y revolucionarios, desclasados. Eso está fuera de toda duda, aunque cotidianamente tengamos : “Partidos Obreros” llenos de de toda laya de clasemedieros; “Partidos Revolucionarios” llenos no de militantes profesionales sino de profesionales militantes. También hay organizaciones curiosas en que se crean una serie de jerarquías de intermediación, es decir, en que hay cuadros fundadores, natos, dirigenciales, provisionales, y militantes plenos, semi-plenos y fraternales, que hacen como que son militantes pero que no votan como tales, premilitantes de prueba, y más curiosidades. La realidad no es igual que la teoría. Esa es la diferencia entre saber lo que se debe hacer y hacer lo que se debe.
Por otro lado, entendemos que los frentes, siendo más versátiles y transitorios, han sido y siguen siendo usados como instrumentos tácticos para tópicos y coyunturas diversas, o para tareas táctico-estratégicas. A veces son pluri-partidarios, dentro de una misma clase, otras, más bien, pluriclasistas, para vencer a monarcas, invasores, fascistas, bonapartistas, y a toda otra clase de enemigos. Los comunistas también los hemos usado para estar dentro de las organizaciones gremiales obreras sin reducirnos a ellas ( como cuando lo de la primera Liga de los Comunistas Alemanes, o de la Internacional Comunista, o como cuando los espartaquistas actuaron dentro de la cobertura de la federación de los sindicatos obreros alemanes ). También, a veces, nos ha sucedido al revés, como cuando los obreros no comunistas, pero dispuestos al combate revolucionario, fueron admitidos por miles dentro del POSDR, entendido por Lenin, en ese momento, más como partido de masas, en tiempo previo a la toma del poder.
También hubo ocasiones en que los comunistas estuvimos –incluso al lado de fuerzas adversarias del comunismo- en frentes antiimperialistas o antifeudales, históricamente justificados, como cuando Mariátegui estuvo dentro del APRA fundacional, o como cuando Mao estuvo en el Kuomintang, aún democrático y antifeudal, más tarde anticomunista y pro-intervencionista, con Chang Kai Sec a la cabeza. Un frente es un modo de encarar la lucha de clases desde la objetividad concreta que las condiciones nos permiten.
El modo en que proletariado resuelva las relaciones de producción capitalistas ( y sus corolarios colonialista y militarista ) que perpetúan los males que la inmensa mayoría de la humanidad soporta, no es definitivo sino hasta cuando alcancemos el comunismo, resueltas sus cinco tareas máximas, pero mientras ese proceso marche, tanto antes de la toma del poder por la clase obrera y su destacamento mayor, como después, se van conquistando, con todo derecho y sentido de la oportunidad, jalones a veces sólo reivindicativos, otras veces más como reformas, y otras veces como instrumentos democratizadores que son capaces de poner a la orden del dia… medidas de mayor alcance en la línea estratégica del socialismo. Es en ese sentido que reconocemos que el proceso es ininterrumpido, como diría Lenin, porque –en condiciones que siguen siendo actuales, ergo la negación de la burguesía por sí misma, o la pérdida de su carácter revolucionario- no hay solución de continuidad en la línea histórica que conecta las tareas democráticas con las socialistas, entendidas estas no como una etapa o modo de producción, sino más bien como una fase de transición al comunismo, más o menos larga o a veces tortuosa. Entendemos, igualmente, que este proceso es, a la vez, permanente, porque comporta una vigilia constante dentro del proceso iniciado, de modo que no cese de realizarse la revolución dentro de la revolución, el número de veces necesario para prevenir, resistir o derrotar todo viso de restauracionismo capitalista, en la modalidad que fuera.
El socialismo no es, estamos totalmente de acuerdo con ustedes, (como se ha visto a la luz de las experiencias históricas reales) la “primera etapa del comunismo” o un modo estable de producción por sí mismo, con fuerzas y relaciones de producción propias, sino sólo una fase de transición, repetimos, por fuerza y por conciencia efímera, o un primer impulso en la trinchera tomada (a menudo provisionalmente) como tributo a la revolución proletario mundial. Pero, para poder hacernos cargo de esas gigantescas tareas en ruta al comunismo, necesitamos establecer toda suerte de relaciones con el proletariado y sus aliados transitorios o definitivos, y también con los marxistas de todas las direcciones y los revolucionarios de todos los matices, a menudo incluso con los que no son ni lo uno ni lo otro, siempre que no sean anti-comunistas, para poder cumplir consecuentemente toda suerte de tareas previas, intermedias o instrumentales. Esa es, pues, la naturaleza del programa de transición, que compartimos con ustedes.
Somos, por tanto, conscientes de todo lo que decís, incluso partidarios del tono enfático con que puntualizáis toda la serie de tópicos teórico-políticos básicos o metodológicos o de principios elementales que habéis tocado, a efectos de certificar que estemos al mismo paso y en el mismo pulso, bebiendo del mismo pozo del que beben los marxistas-leninistas, para interpretar la realidad y transformarla, desde el conocimiento de las leyes que expresan la regularidad del mundo y su tendencia, y desde la voluntad colectiva organizada revolucionariamente para la auto-producción humana.
2 ) Señaláis que “los trabajadores nos hacemos revolucionarios orgánicos en el partido”.
Estamos de acuerdo con esa expresión; pero precisemos, en reconocimiento a la realidad tal como se les presenta a los individuos que participan en ella, y a su propio proceso de participación cada vez más consciente, y no como nos lo representamos teóricamente los entendidos en estas lides. En la realidad no sólo hay revolucionarios no orgánicos actuando en el espontaneismo y la dispersión ( que ojalá pudiéramos revertir para cooptar ese contingente valioso para los escalafones y especialidades de la vida partidaria ), sino que incluso habemos revolucionarios orgánicos actuando en las condiciones organizacionales más penosas, dispersos nacional y mundialmente en pequeñas cofradías de sobrevivencia, más parecidas a ghetos ideológicos que a tribunas o a cuarteles capaces de movilizar la basta red de relaciones sociales capaces de activar los ritmos del asalto final.
Reconozcamos, pues, en honor a la verdad, monda y lironda, que no todo empieza en el partido, sino más bien en la lucha de clases, de la cual –al final- el partido no es sino su expresión más alta y acabada, esa donde ojalá puedan terminar militando los socialistas científicos obreros, y los desclasados revolucionarios venidos a marxistas, en permanente proceso de proletarización en las duras pruebas de la praxis revolucionaria y de la crítica teórica.
Pero volvamos otra vez a vuestra carta. Reflexionemos sobre eso de los “trabajadores”, pues hay ‘trabajadores’ y “trabajadores”, unos de una clase social, y los otros de otras. Así, pues, todos los obreros son trabajadores, pero no todos los trabajadores son obreros. Todo ese culto por los “trabajadores” nació –históricamente hablando- del discurso contra los “parásitos” de las aristocracias y contra los “burócratas” de la corrupción moderna, en la Francia contrarrevolucionaria de la Restauración, acuñado por ciertos utópicos y anarquistas. Pero es hoy, contemporáneamente hablando, la monserga seudo-marxista, en realidad roussoniana, que estima que la disminución numérica de la clase obrera le resta potencial revolucionario, en la medida que deja de ser la mayoría social, disminuyendo sus posibilidades para asaltar con éxito los cuarteles del imperialismo en las metrópolis y en las colonias. Esta pretensión justifica la incorporación teórica en el “proletariado”, como categoría socio-política, a toda suerte de trabajadores no obreros, es decir pequeño-burgueses, en proceso de pauperización, en el afán básicamente estadístico de restituirle vigencia a la voluntad del proletariado como mayoría, con la incorporación de los recién llegados a los abismos de la pobreza progresiva, a la que ni sociológica, ni política, ni teórica, ni práctica, ni históricamente, les hace parte del proletariado, en la medida en que ni su ubicación en la trama de relaciones productivas, ni su visión y formas de organización y tradiciones de lucha corresponden al rol histórico, orgánico y consciente de la clase obrera. Ellos llegan allí forzados, con la idea de arribar individualmente lo antes posible a estamentos sociales lo más alejados del horror de la proletarización total que significa vivir de otro por la dependencia del salario, sin comprender nada, ni el más básico sentido de la solidaridad, sino hasta ser limpiados de todos sus egoísmos y ruindades.
Recordemos que la clase obrera no es revolucionaria porque sea pobrísima, sino porque tiene en sus manos la totalidad de los mecanismos de la vida económica local, regional, nacional y mundial, como generadora del valor que la burguesía retiene para inventar la parafernalia técnica que reduce costos y aumenta la productividad y la plusvalía en una escala nunca antes vista. Luego, todo el discurso sobre que la pequeña burguesía en pauperización, partícipe de actividades económicas terciarias, sea considerada parte del proletariado es concomitante con ese otro discurso extraño relativo al “cognitariado”, o sector de profesionales “proletarizados” `por el sistema, al paso en que el proletariado accede también por su función a niveles de especialización técnica ulterior. Por esa ruta el Partido se convierte en un frente de clases, lo cual es inaceptable en el marxismo.
Aclaremos, de una vez : la pérdida numérica de la clase obrera no merma su carácter revolucionario ni su rol de destacamento de vanguardia o fuerza motriz en el proceso por la toma del poder, sino que, al contrario, incluso lo potencia, en la medida que cada vez menos obreros, con mayores conocimientos técnicos y científicos, colocados en escalones estratégicos de la producción, manejan procesos económicos e industriales más y más complejos, capaces de comprometer con una sola acción el circuito económico mundial. El hecho de que ese sector estratégico de la clase obrera tenga un salario muchas veces mayor que el de los obreros de los sectores más deprimidos y atrasados de la producción, no les hace inmunes al discurso socialista científico, sino en la misma medida en que el sistema retroalimenta nuestras conciencias con la expectativa del consumo y del contenido ideologizante de la tecnología.
Los obreros pertenecen a una clase por naturaleza revolucionaria, aunque algunos de sus individuos, en mayor o menor medida, estén afectados de enajenación, alienación o pérdida de la autenticidad o de ausencia de conciencia de sus intereses de clase. Pero, llamarlos genéricamente “trabajadores”, pasando por alto que con ello se incorpora peligrosamente dentro de la composición y la conciencia de la clase obrera toda suerte de intereses y comportamientos extraños, que pretenden pasar como si fueran los de ella misma, por tratarse de “pauperizables”. Como se ve, esta gente llega con concepciones no revolucionarias e incluso contrarrevolucionarias, desde el punto de vista de su extracción, de sus posiciones, disposiciones u horizontes. No es la primera vez que la burguesía y la pequeña burguesía pretenden ser pasadas por “revolucionarias” cuando están amenazadas por la ruina, y van donde sea en pos de salvación.
Lo que decís sobre el carácter orgánico de los revolucionarios dentro del partido, lo compartimos definitivamente, aunque no siempre desde el punto de vista del proceso nos hagamos revolucionarios en el partido, sino también en el sindicato, el frente, o en la praxis social en la que abrazamos las causas democráticas y proletarias en la acción revolucionaria o en la crítica teórica. Esto es tan cierto como que nunca dejamos de ser demócratas o gentes de fe por el solo hecho de participar de la vanguardia política. Los marxistas seguimos siendo ‘demócratas’, por otras razones, y ciertamente ‘profesamos’ una “fe” inmensa, por convicciones que pueden ser o no religiosas.
3 ) Afirmáis que “en nuestro documento no mencionamos estar por la revolución socialista, contra el estado burgués y el capitalismo, y por la instauración de la dictadura del proletariado, en marcha al socialismo mundial, sino que, antes bien, apelamos a toda suerte de terminología burguesa como “Nación, Democracia y Justicia Social”.
No seamos presurosos. Veamos por qué, en el documento que reseñáis, no están contenidos esos aspectos máximos de la estrategia socialista, o de la teoría y los principios marxistas. Tranquilizaos, el documento es apenas un manifiesto inicial que entregamos para que ensayemos todos las observaciones y precisiones que creamos necesarias, nunca pretendimos apareciera como cosa terminada o doctrinal, y, por otro lado, solamente contiene postulados programáticos mínimos, por tres razones : primera, porque, como está dicho en el documento, sólo pasa breve revista a aspectos tácticos y táctico-estratégicos, no a los estratégicos o máximos; segunda, porque nos damos a la fase previa de atizar todas las contradicciones sociales posibles contra los sectores más proimperialistas, anticomunistas y lumpen de la Gran Burguesía financiera e intermediaria, concentrando todas las fuerzas susceptibles de ser unidas para aislarla, desprestigiar las presuntas instituciones sacrosantas y tutelares en que se apoya, y preparar la carga final; y tercera, porque nuestra prensa no está diseñada para ser distribuida entre la intelectualidad de izquierda, de hecho sólo se distribuye entre obreros de base y dirigentes de sectores mineros, metalúrgicos, siderúrgicos, astilleros, e incluso agrícolas, no habituados a disquisiciones estratégicas absolutamente necesarias, pero incomprensibles fuera de la dinámica educativa del partido, que aún no logramos ser, pero que aspiramos a construir con ustedes y con todos los núcleos susceptibles de converger en un primer congreso de aproximación, para una lectura compartida de la realidad y de las tareas a las que estamos prontos, para capitalizar el interés legítimo que ciertos sectores obreros tienen en la construcción de un Partido Obrero Socialista.
Como veis, hemos creído conveniente centrarnos, por ahora, de cara a las masas, en aspectos que nos permitan una política de unidad en la lucha, en torno a aspectos en que podemos ir juntos re-conquistando los espacios perdidos desde el final de los setentas.
4 ) Indicáis que “como en los países semicoloniales las burguesías lacayas participan de la rapiña, no existe allí burguesía oprimida por otra (…) o que quede fuera del rol subsidiario, rentista, o de socio menor del imperialismo”.
En abstracto es verdadero; pero en las condiciones actuales de consolidación de la OMC, los TLC’s bilaterales, la dictadura omnímoda del capital financiero, las crisis globales cada vez más frecuentes, y de la necesidad global de las transnacionales y del imperialismo de reconcentrar todos los capitales posibles en el más breve plazo en el menor número posible de manos, en detrimento de sus burguesías socias en sectores industriales sacrificables ( incluídos otros sectores de la burguesía comercial urbana y rural ) es posible utilizar esas contradicciones a favor de la clase obrera, sin que ello signifique automáticamente prosternarse tras la iniciativa de esos sectores, ciertamente desesperados, pero capaces ( en cuanto vean al lado suyo una clase obrera con personalidad, intereses, programa, estrategia, táctica y eslabones táctico-estratégicos concretos y propios ) en atacar al proletariado, como lo hicieran infinidad de veces, de las que Marx dejó constancia imborrable en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, La Lucha de Clases en Francia del 48 al 52, y La Guerra Civil en Francia, como saben.
5 ) Indicáis que, “la micro y la pequeña empresa son parte de la burguesía en pauperización (…) y que por eso el programa proletario les ofrece luchar contra el Estado burgués (…) a sabiendas de que la historia demuestra que sólo un muy pauperizado sector de la pequeña burguesía urbana pasa al campo proletario”.
Si eso fuera como decís, ello sería estupendo, pues, en las condiciones actuales, por esa ruta evolutiva, también la inmensa mayoría de la burguesía mundial inevitablemente condenada a las corridas, a las crisis y a las OPAS que las metrópolis y los bancos y multinacionales más grandes desatan en su agresiva política expropiatoria, terminarían no sólo segmentadas y arruinadas, sino siendo a largo plazo incorporadas por la misma ruta teórica como pauperizados en trance de proletarización, y desde ya indefectiblemente considerados como parte del proletariado, lo cual es ridículo. No sobreestimemos ciertos procesos, en realidad viejos, pues unos sectores hegemónicos de la burguesía mundial sacrifican a otros sectores hermanos o subsidiarios o aliados o asociados a favor de otros y nuevos sectores, como ya explicaba Marx. Prometemos entregaros próximamente, también por la HOJA OBRERA (
http://hojaobrera.blogspot.com/) una reseña exhaustiva del ensayo trabajado por Tomás Pogge sobre estadísticas que demuestran poblacionalmente cómo un menor número de burgueses detentan la inmensidad del capital mundial.
No podía ser de otro modo, camaradas; la realidad toda es un entresijo de conflictos y un amasijo de intercontradicciones simultáneas. Así, pues, es cierto –como decís- que “la pequeña y mediana empresa ( por naturaleza burguesa y pequeñoburguesa ) están en permanente conflicto con las masas” (aclaremos que no sólo con la de consumidores, sino fundamentalmente con la clase obrera dependiente de ellas, y por extensión con toda la clase obrera ) “a los cuales el programa proletario está en la obligación de enfrentar, y no de “defenderle su mercado”, puesto que “el proletariado más bien le arranca conquistas, en vez de considerarla su aliado”. Sí y no, compañeros. Sí y no. En el proceso objetivo y concreto son simultáneas la identidad y la lucha de los contrarios. La lucha es permanente, pero no puede resolverse social y políticamente sino hasta que alguno de los aspectos de la contradicción pueda encontrar otras contradicciones que exploten en la línea de la unidad, lo más amplia posible y paso a paso, las fisuras necesarias para poner unos sectores burgueses contra otros, hasta vencer al menos progresivo.
Enfrentamos a esos sectores explotando las contradicciones que tienen entre sí, poniéndolos -bajo ciertas condiciones favorables- contra aquellos enemigos principales a los que nos interesa derrotar en primer lugar (como hizo Lenin) para cambiar el carácter de la situación, período o etapa. Por eso, los marxistas no realizamos la revolución empezando por las contradicciones de menor intensidad, antagonizando sin más con la pequeñaburguesía y los sectores menos peligrosos de la burguesía, sino hasta explotar las contradicciones interburguesas que nos sirvan para profundizar el aislamiento de su puesto de comando, con el que tenemos contradicciones fundamentales.
Si empezáramos la revolución por las pequeñas contradicciones políticas, en realidad eludiríamos la confrontación con el enemigo capital : el imperialismo y la Gran Burguesía. Esa, sin embargo, no puede ser la lógica aplicable militarmente hablando. En ese terreno, deliberadamente concentramos todas las fuerzas posibles a efectos de golpear al enemigo en un solo punto a la vez, empezando por los pequeños puntales en que se apoya el enemigo mayor. En lo militar, pues, deliberadamente rehuímos en el inicio la confrontación con el enemigo hegemónico en sus flancos más fuertes, hasta que hayamos alcanzado la estatura, la experiencia y la correlación mínima necesaria para el asalto final. En el plano político, en cambio, atizamos desde el comienzo todas las contradicciones enfrentados contra el enemigo fundamental para sacarlo al llano, desenmascararlo, desgastarlo, aislarlo, y hostilizarlo, privado ya de todas sus fuerzas de apoyo. Lo que revela que nunca hay fórmulas apriorísticas sino sólo condiciones. Como diría Lenin : el análisis concreto de la situación concreta.
6 ) Decís que “el programa revolucionario pretende la expropiación y la liquidación de la burguesía”, y no la “transferencia progresiva de la propiedad en el seno de la sociedad burguesa”, como “tampoco las nacionalizaciones estratégicas ni menos el presionar a la burguesía para que ahorre en sus propios bancos o reinvierta porcentajes de su rapiña”, y que “estos planteamientos son absolutamente capitalistas, igual que la exigencia de una tributación universal”.
Como en este tópico vuestras observaciones son más complejas, ello nos plantea hacer una serie de circunloquios para desenhebrarlas. Vamos de a pocos. Preguntamos : ¿en la hipótesis de que la revolución haya concluido con la toma del poder triunfal por la clase obrera, es recomendable expropiar de una sola vez toda la propiedad privada sobre los medios de producción detentada por todas las capas de la burguesía? Verdad que no? Ello significaría entregarle al enemigo fundamental la posibilidad de usar a nuestras víctimas para una contraofensiva contra el poder popular representado por nosotros.
En cambio, deberemos empezar inmediatamente por las organizaciones de recaudación nacional, bolsa, banca, financieras, aseguradoras, mutuales, cajas, y centros de abastos y comestibles inmediatamente, para luego pasar a otros sectores estratégicos, como agua, hidroeléctricas, gas, petróleo, carbón, gran minería, comunicaciones, puertos, astilleros, aeropuertos, ferrocarriles, siderurgia, gran transporte de carga, etc. Dejando para después los que tienen que ver con las cadenas de frío agrícola, fertilizantes, insumos, pesca, agro intensivo, industria alimentaria y otras; y sólo al final y poco a poco las capas menores de la pequeña producción, generadoras de capitalismo potencial.
Por la misma razón, pero a la inversa, aún cuando no se haya tomado el poder, es posible -e incluso necesario y recomendable propagandísticamente hablando- agitar los aspectos que ustedes rechazan líneas arriba, como la transferencia progresiva de la propiedad a los obreros (empezando desde ya en la sociedad burguesa) para acercar el concepto de la expropiación final en el socialismo al nivel de la expectativa y la pugna abierta de la masa obrera respecto de la propiedad sobre los medios de producción, y para extender a través del mismo concepto el de la participación obrera en las áreas sacrosantas de la dirección y la administración empresariales, susceptibles de despertar en ellos, de modo práctico e inmediato, el sentido y la dimensión de sus tareas futuras en el socialismo, ojalá, en breve. Las consignas de “todo el poder a los soviets y control del aparato económico por los comités de fábrica, agitadas en Rusia, aun cuando no se había conquistado el poder… empujó a la concreción de la tarea, no como una concesión burguesa o como una tarea alcanzable sólo en lejanas condiciones ideales, sino más bien como una tarea no sólo inevitable, sino perfectamente alcanzable, posible e imperativa por realizarlas tan inmediatamente como sea factible, haciendo saltar por los aires todas las instituciones usadas como obstáculos jurídicos, políticos e ideológicos, en un debate que ya no es sólo por migajas sino por la incursión plena de la clase obrera en el escenario presente.
Animar a los sectores burgueses industriales y agrarios relegados por la Gran Burguesía mundial, y necesitados de mercados, capitales y recursos aprovechados por las metrópolis y por los grandes capitales… no es exaltar en modo alguno el sentimiento patriótico o soberano de la burguesía, del que de hecho carece, como ha quedado demostrado infinidad de veces, sino más bien exaltar desde su necesidad de sobrevivencia, en situaciones críticas favorables, la pugna entre el patrón y el socio menor, que a veces cobra matices encarnizados, siempre aprovechables por nosotros.
De igual manera, repatriar los capitales de estas burguesías ( antes de la toma del poder, so pretexto de mayores facilidades para inversión, siempre que no sea a expensas de la sobreexplotación descarnada contra la clase obrera ) nos compromete a ser capaces de cerrar el cerco con los capitales adentro, algo siempre más inteligente que espantarlos y cerrarlos cuando todos los capitales se encuentren fuera. Ello, en la hipótesis del triunfo revolucionario nos colocaría en la penosa situación de tener una infraestructura económica sin liquidez para moverla, salvo por el calamitoso expediente inflacionario de la emisión fácil, que fue usado como pretexto por las Guardias Blancas en Rusia para echar en cara a los revolucionarios su absoluta ineptitud para abastecer a la comunidad soviética. No hace falta recordar los angustiosos dias del pillaje popular y de su insurrección contra el poder proletario que ellos mismos acababan de entronizar.
De otro lado, la exigencia de un modelo de tributación universal basado en un solo impuesto directamente proporcional a toda la masa patrimonial, cualquiera sea su tipo, hoy mismo, nos permite agitar el que las grandes transnacionales no tributan como debieran, defendidas como están por los gobiernos títeres que ellas ponen para comprar la patria que esos sátrapas venden. Con el sistema actual los grandes capitalistas nativos ocultan su verdadero patrimonio, y son los pobres los que tributan más que todos los ricos juntos, abrumados por el peso inmenso de impuestos indirectos que afectan grandemente su capacidad de consumo y subsistencia, como es el caso del petróleo, por ejemplo. Agitar una distribución racional de la tributación también permite explicar al pueblo llano que el Estado es un ente represor, pero que la clase obrera tiene el deber de aprovechar toda oportunidad para obligarlo formal y materialmente a ejercer una función tuitiva, esto es la de la urgente necesidad de brindar los servicios fundamentales de la vida digna, que sabemos que sólo el socialismo podrá satisfacer de modo pleno, pero que permite aislar a los enemigos del pueblo y revelar quiénes son sus aliados hoy. Se trata de, pues, de persuadir, de convencer, de coptar al pueblo al movimiento para la revolución, si es posible empezando por reformas; puesto que si al pueblo le decimos que todos esos servicios exigibles hoy sólo podrán ser satisfechos cuando tomemos el poder, nos faltará entonces el pívot para movilizarlos hasta la toma del poder, relegado al tiempo de las caléndulas.
Como veis, compañeros, no es que pensemos “perfeccionar el sistema” sino que planteamos llevar sus limitaciones hasta sus últimas consecuencias de programa o de modelo, obligándolo a revelar, ante las mayorías atrasadas, el transfondo de argumentaciones y pretextos deleznables usados como murallas para contener, incluso las más modestas reformas sociales, económicas, políticas o culturales.
7 ) Expresáis que “los agentes de las fuerzas policiales y militares son represores enemigos de las masas”.
En realidad, los instrumentos del orden burgués, las fuerzas policiales y militares, el parlamento, la judicatura en todos sus niveles, todos los niveles de la entidad acusadora o contralora del Estado, etc. son todos, como instituciones, instrumentos represores usados para contener y aleccionar a las masas; pero los policías y los militares, como individuos son parte también del pueblo llano, además aplastado desde adentro y desde arriba por todo el peso ideológico embrutecedor y reaccionario que se les da como entrenamiento y como entretenimiento, y con el cual se pretende condicionarlos e incluso programarlos para ejercer la represión más encarnizada con la menor capacidad crítica y autocrítica posible, pero que no se consigue sino cuando nosotros insistimos en descartarlos automáticamente, entregándoselos enteritos y sin resistencia a los planes del imperialismo y la burguesía local contra nosotros.
Lenin, en cambio, realizó siempre un intenso trabajo político con células de agitación y propaganda desde dentro, no sólo para neutralizar su zaña en el momento de la represión generalizada o para anticipar sus planes de intervención o de espionaje, sino para liberarlos del peso de prácticas absolutamente antidemocráticas que los convierten en poco menos que animales o autómatas, privados incluso por la constitución de todos los derechos constitucionales que como ciudadanos deberían tener. Marx nos cuenta del trabajo de los socialistas franceses entre las filas de la Guardia Nacional, e incluso, entre las líneas de los soldados prusianos, entre los que ganaron enorme cantidad de adeptos que, pasándose a las filas revolucionarias pelearon contra sus ejércitos en las trincheras de Montmartre, para no hablar de otras experiencias revolucionarias.
Los ejércitos nunca son fuerzas homogéneas impermeables y monolíticas, sino todo lo contrario, porque dentro también hay contradicciones que no podemos soslayar desde posturas fundamentalmente basadas en la aprehensión y el prejuicio, al que desgraciadamente no somos inmunes los comunistas, aunque debiéramos en nombre de la objetividad y de la astucia. Por eso, en la lucha social, desde el comienzo se trata de intervenir en el terreno fértil de sus necesidades democráticas para apoyarlos e incorporarlos a la revolución, estando como están también bajo la dictadura de la burguesía, privados de derechos laborales, sociales y políticos elementales, incluso en los ejércitos y los Estados más progresistas. Por eso, nos proponemos disolver los ejércitos burgueses, pero no matar a todos sus miembros; por eso planteamos rescatar a los soldados proclives a la causa popular, en vez de estigmatizarlos, para promover su importantísima participación, como primeras brigadas del nuevo ejército al servicio de la clase obrera y del socialismo.
No es tan cierto lo que decís sobre el “patriotismo” en general, y el de las fuerzas militares y policiales. Como elemento ideológico atizado contra todo lo progresista, popular y comunista, por supuesto que es reaccionario, pero en realidad porque está más vinculado con el “nacionalismo” que la burguesía exalta para enmascarar su oportunismo traidor bajo la palabrería huera de la enemistad con el pueblo pobre de las naciones vecinas, a través de la cual dirime posiciones con las burguesías vecinas, usando al pueblo como carne de cañón. Empero, el patriotismo es a menudo una de las fuerzas subjetivas más poderosas a la hora de luchar contra el imperialismo y la invasión, o la venta descarada de la patria, en el mejor de los sentidos.
Es cierto que los proletarios comunistas, dado nuestro acendrado internacionalismo, descreemos de toda bandera nacionalista, en la medida en que es por esencia conservadora, reaccionaria y anti-internacionalista, pero preguntaos ¿a qué recurso agitativo apelamos para luchar en desventaja, a veces absoluta, cuando enormes fuerzas propagandísticas, económicas, institucionales, políticas o militares son dirigidas contra nosotros, sea en épocas de paz o de guerra, para resistir? El caso vietnamita es ejemplar.
8 ) Señaláis que “después de la reforma agraria burguesa de la dictadura militar en 1969 la semi-feudalidad fue liquidada, y el movimiento campesino diversificado no es más “sinónimo de comunidad campesina”, y que el campesinado pobre “es estratégico para la revolución proletaria en función de la alianza con la clase obrera”, y no “por su peso productivo, numérico, organizativo y de tradiciones de lucha”.
Compañeros, reflexionad, si la reforma agraria burguesa de la dictadura militar hubiera liquidado la semifeudalidad… entonces… el ejército, la burguesía nativa detrás de él, y sus mentores imperialistas en la distancia… habrían hecho el milagro de la modernidad… y de las reivindicaciones democrático-burguesas más sentidas, y por tanto habrían dado muestras de un innegable carácter revolucionario, evidenciando que Haya de la Torre habría tenido razón cuando dijo que “el imperialismo es reaccionario allá… pero revolucionario acá… porque no sólo es la primera etapa del capitalismo en nuestras realidades, sino porque objetivamente cambia la naturaleza de las relaciones de producción introduciendo tecnología en vez de mano de obra y moneda en vez de trueque, o economía intensiva para exportación en vez de autoconsumo para comunidades de crecimiento poblacional pasivo.
Grave error sería sostener eso; puesto que hasta empíricamente la realidad toda del país nos dice que no se han realizado ni las reformas democráticas mínimas. Ello sería sobreestimar el rol del velascato, y de la propiedad sobre la tierra retenida por el Estado latifundista. Claro, ello es conveniente para quienes están interesados en sustentar automáticamente que no nos falta casi nada para hacer posible el socialismo en el Perú, desde el arranque, luego de la toma del poder. Compañeros, desde que incluso la naturaleza unitaria de la república fundada por los herederos de los colónidas se sostiene hasta hoy contra nuestras nacionalidades, territorios y realidades tan diversas manejadas con una sola ley compulsiva a favor del imperialismo nadie puede sostener seriamente que nuestra realidad ha dado un salto sustancialmente histórico.
Todas nuestras instituciones siguen siendo básicamente feudales. Incluso nuestro mercado lo es en gran medida, así como el salario, la tecnología mayoritaria, la educación, las relaciones de comunicación interinstitucionales, etc.
9 ) Exponéis que “el acelerado proceso de urbanización de la sociedad peruana se explica por el rol servil de las ONGs y las instituciones capitalistas”
¿Estáis, en verdad, dispuestos a sostener que el proceso de migración y emigración es la evidencia de la semifeudalidad liquidada, pero en cambio no estáis dispuestos a admitir que si la feudalidad hubiera sido liquidada el horizonte natural para la búsqueda de relaciones asalariadas de la población campesina o comunera no sería buscado en la ciudad sino precisamente en el campo?
Incluso la naturaleza persistente del milenarismo andino y el carácter cíclico de los levantamientos campesinos (y por extensión mineros) son una manifestación de esa semifeudalidad que uds dan por liquidada. Desde los movimientos en Cuzco, con Blanco a la cabeza… hasta la guerra civil campesina dirigida por Sendero Luminoso, pasando por De la Puente, y las combativas tomas de tierras en Piura, todas son manifestaciones no de contradicciones capitalistas sino mas bien del entrampamiento que la semifeudalidad implica. Incluso el propio discurso descentralista de las regiones… o las expectativas autonomista son también una manifestación de la lucha contra la semifeudalidad arropada por el imperialismo y las oligarquías de la falsa república, inexistente cualquier cosa que se parezca a la sociedad civil en los términos modernos.
En fin, camaradas, sería preciso un diálogo más extenso y menos cargado de categorías estanco para entender la naturaleza del proceso al que deberemos hacer frente en breve para hacer efectiva la modernidad, la liberación, la revolución y el socialismo. En este diálogo marchamos al encuentro vuestro para entenderos y darnos a entender, en la absoluta convicción de que nuestras visiones no son irreductibles e irreconciliables, sino más bien pasibles de salvar los asuntos tácticos para acometer desde ya tareas de envergadura para conquistar el poder político necesario y hacer posible la toma revolucionaria del poder y la forja -desde las bases, en lucha contra el imperialismo- del socialismo mundial.
No os apuréis, pues, a descartarnos como aliados en el curso de la lucha de clases, por el solo hecho de no compartir aparentemente con nosotros algunos puntos de vista. La revolución no será obra de un solo grupo, sino la obra heroica y solidaria de todos los colectivos obreros, marxistas y revolucionarios.
Un abrazo fraterno y abierto para lo que venga, amigos nuestros.
Buró Político del Colectivo Marxista Revolucionario “HOJA OBRERA”
http://hojaobrera.blogspot.com
Perú, 23 de setiembre del 2007.