Por Facundo BazánEl que no quiera entender la inextricable unidad de lo existente se auto-excluye.
El que imponga un bien, so pretexto de la falibilidad ajena genera lo contrario.
El que recibe con gratitud y da gratuitamente llega a la meta en cada punto.
El que se conforma con su forma ha muerto aunque no haya muerto aún.
El que no escale a través del dolor y la autonegación alarga su conflicto.
El que no practique el servicio como ruta ascensional no perfecciona.
El que no sea señor de sí mismo se aferra, se limita, duda y calcula.
El que no se integra consigo mismo y con los demás no está vivo.
El que no se vacíe para colmar y no muera para vivir, dilapida.
Porque el suplicio prepara para el gozo, y el mal, para el bien
el agua irriga pero mata, y el fuego quema pero forja, por donde
el único camino para lograr el Grado es el lance de salir del vacío.
Porque toda reflexión filosófica seria
es una forma histórica de morir a las formas
y una forma existencial de pasar a través de ellas vivo
sin que la vida se reduzca en modo o forma a muerte alguna
es evidente su significado vivencial en la agonía de la observación
y patente su sentido cultural progresivo en la historia universal de la filosofía.
Así como toda región de la realidad tendría su forma de parecer, permanecer y perecer,
toda forma de estimar su diversidad partirá del reconocimiento de las formas de concebirla,
y todo significado vital y sentido final se hará patente en el modo en que enfrentemos la muerte.
Aunque todo ser perece en distintos grados del inorgánico mínimo al máximo humano,
todo pende de la estabilidad del nicho en que se ubique su escala entre dos polos;
ya que toda vacancia del continuo funciona como fenómeno y como propiedad
toda ‘mortalidad’ es ajena en hecho y valor a la de otro ser, en razón de que
toda muerte no enfila al sujeto mórbil sino al proceso de su dejar de ser,
pues toda muerte irrepetible e intransferible lo es como acontecer mío.
Toda estructura entitativa es espacialmente compleja y temporalmente finita,
pues todo ser real desaparece o deja de existir en el espacio si es inorgánico,
y deja de vivir o cesa en el tiempo si es orgánico, todo hombre muere de tal modo
que en la espiritualidad de su morir incluye a todo cesar, y éste a todo dejar de existir,
en la medida en que toda muerte es cesación y ésta es desaparecer, pero nunca al revés.
Como todo grado entre decaer y morir es la forma de un único cesar,
toda existencia discontinua es conmensurable en el tiempo contínuo,
y toda caducidad sistémica es la forma enunciativa de su regularidad.
Porque toda explicación de la realidad no comporta la realidad misma,
toda explicación ontológica oscila entre dos polaridades epistemológicas,
en orden a que afirma o niega que las relatividades reposen sobre absolutos.
Como toda disposición física concibe la muerte como aspecto de una existencia interminable,
toda orientación mecánica transfunde las funciones del Espíritu en las de la Naturaleza, y
toda orientación escéptica dirá que el todo emerge de las partes, como todo Ideal
inalcanzable procede de la realidad abismal de una necesidad imperiosa.
Como todo lo existente descansa en una estructura material compleja y en un campo diverso,
toda forma puede dar de sí emergencia a distintas formas, si no prescinde de su base material,
como toda forma de gnosis no es sino la forma en que las otras se le hacen patentes y la habitan.
Dado que no hay en el devenir más absoluto que el devenir mismo
toda determinación es posible si se usa más de un punto de referencia
en tanto ningún atributo pertenece a una única realidad entitativa concreta
y todo predicado es apenas una aproximación concreta al atributo entitativo
tendido entre extremos de realidad inexistente en el emergente devenir del todo.
Toda mistificación acerca del todo y de lo que lo conforma envilece cualquier explicación,
tanto como pretender atraparle en estructuras conceptuales supuestamente invulnerables,
determinadas como esencias capaces de sostenerse a sí mismas como permanentes.
Porque no hay ser en el tiempo-espacio del que se diga que existe pero no cambia,
todas las cosas reales son temporales, finitas, transitorias, extinguibles, relativas.
Por eso, todo objeto aparece en su futilidad como forma de una potencia sutil,
casi inexistente sino en cuanto actualización de su posibilidad y probabilidad,
y casi inconcebible si conceptualmente le escindimos de su base para verle.
A mayor duración menor cesabilidad en las realidades inorgánicas, y
a mayor cesabilidad menor duración en las realidades orgánicas y humanas.
porque a mayor complejidad y consumo de energía, menor tiempo sin masa suficiente.
Los órdenes naturales continuos-discontinuos
están incluidos en el orden natural discontinuo-continuo,
de tal forma que en el orden conceptual todo orden ontológico
es refutable como todo orden epistemológico es efectivo provisionalmente
dado que toda realidad comporta una continuidad sin principio y sin final, puramente emergente
de entre el conjunto de sus relaciones en movimientos regulares enunciadas en leyes.
Todo universo medido desde dos referentes se va y no vuelve más, al revés
del que es medido desde un único referente que da la apariencia de que va y vuelve sin fin,
aunque realmente no existan ni principio ni final, ni indeterminación ni determinación totales,
ningún sistema puede dar cuenta por sí mismo y para sí mismo de su complejidad existencial.
En la cadena real todos los modos del ser y del ser concebidos se cruzan en el perecer del tiempo, y
en el tiempo del perecer y volver a empezar infinidad de veces, siempre totalmente distintas entre si.