El Ché, causalidad y casualidad
El Ché, causalidad y casualidad.
Por, Pablo Mora
Recientemente estrenada en salas peruchas, El Ché es una brillante película sobre la guerrilla cubana contra la brutalidad del tirano, las desviaciones de los propios compañeros, las admoniciones de los mitos religiosos y rurales, y las críticas urbano-mediáticas.
La película, dividida en dos partes, narra los acontecimientos transcurridos entre 1955 y 1959 hasta la creación del movimiento 26 de Julio y, luego, la huída de Batista y el camino hacia La Habana. De las dos horas sale uno convencido de su realización a pesar de muchos otros intentos fallidos.
Rescatar y mostrar la vida del Ché como muestra de amor por el pueblo en lucha es un esfuerzo encomiable para un director que no es biógrafo del Ché ni militante socialista. Más meritorio que haya podido mostrarle como un hombre lleno de principios que participó en las acciones de su tiempo sin que le tiemble la mano ni la voz con pruritos y puritanismos liberales o religiosos; un hombre que se jugó entero en una guerra que era suya aunque fuese argentino, muestra del compromiso vital eliminado todo prejuicio nacional-burgués o pequeño-burgués. Se nos ocurre que la décimoprimera tesis de Marx en Las Tesis de Feuerbach acerca de que los filósofos se han limitado a interpretar el mundo vale igual para los médicos que se limitan a curar a los pacientes sin transformarles el mundo en que se enferman.
No quiero decir que Guevara haya sido filósofo o santo, pero pagó con su vida y con su muerte la consecuencia de querer para América y el mundo lo mismo que aprendió a querer junto a los trabajadores, los guerrilleros y los guajiros del lugar, tanto como cuando debatía, al lado de embajadores y periodistas, en los años de su paso por la ONU, denunciando injerencias inaceptables.
La película, dividida en dos partes, narra los acontecimientos transcurridos entre 1955 y 1959 hasta la creación del movimiento 26 de Julio y, luego, la huída de Batista y el camino hacia La Habana. De las dos horas sale uno convencido de su realización a pesar de muchos otros intentos fallidos.
Rescatar y mostrar la vida del Ché como muestra de amor por el pueblo en lucha es un esfuerzo encomiable para un director que no es biógrafo del Ché ni militante socialista. Más meritorio que haya podido mostrarle como un hombre lleno de principios que participó en las acciones de su tiempo sin que le tiemble la mano ni la voz con pruritos y puritanismos liberales o religiosos; un hombre que se jugó entero en una guerra que era suya aunque fuese argentino, muestra del compromiso vital eliminado todo prejuicio nacional-burgués o pequeño-burgués. Se nos ocurre que la décimoprimera tesis de Marx en Las Tesis de Feuerbach acerca de que los filósofos se han limitado a interpretar el mundo vale igual para los médicos que se limitan a curar a los pacientes sin transformarles el mundo en que se enferman.
No quiero decir que Guevara haya sido filósofo o santo, pero pagó con su vida y con su muerte la consecuencia de querer para América y el mundo lo mismo que aprendió a querer junto a los trabajadores, los guerrilleros y los guajiros del lugar, tanto como cuando debatía, al lado de embajadores y periodistas, en los años de su paso por la ONU, denunciando injerencias inaceptables.
Imaginémoslo ahora vivo, bien plantado frente a la depresión económica y las guerras no convencionales de baja intensidad con las que el bloque hegemónico ecualiza las tensiones globales para no acabar en una nueva guerra mundial, o frente a la nueva versión del hambre y las plagas universales, o frente a las crisis energéticas y climáticas a las que nos empujan los esclavistas del capitalismo decrépito. ¿Se alzaría en armas a pesar de su avanzada edad o fungiría de sicofante del liberalismo filibustero? ¿Estará él en su tumba más vigente que nosotros en nuestro tiempo? ¿Estará en vigilia permanente mientras nuestras mentes dormitan entre la indiferencia, la verborragia y la inoperancia? ¿Estaremos esperando que venga a rescatarnos del fin de la historia ante el que se postrernan agobiados los impotentes y los cómplices?
Bien por Soderbergh y Del Toro, aportando cada uno en su rol la naturalidad con la que sólo pueden ser tratados una gesta y un personaje como el Che y la revolución cubana. No es casualidad que esta película nos anime, precisamente ahora, a descubrir que tenemos un Ché adentro, aunque nuestra táctica sea distinta, siempre que en autenticidad elijamos correctamente de qué lado ponernos ante el reto de nuestro tiempo. No es casualidad que se proyecte en plena crisis financiera, con miles de trabajadores despedidos bajo el eufemismo de “no recontratados”. Decir que en toda lucha hay vencedores y vencidos es cínico si dejamos que los débiles mueran sin hacer lo que a estas alturas exige la historia.
Quizá la película no persiga más que distraer, pero hemos aquí tratado de mostrarles que el horror de la guerra y de la muerte cobra sentido cuando peleamos contra los imperialistas. Que esta lucha no ha terminado aún es evidente, pero que en ella no podemos darnos el lujo de seguir siendo espontaneistas y pragmatistas no es algo tan fácil de ver, pero es la única razón al redactar éste artículo. Elegir teórica y prácticamente la táctica y la estrategia adecuada a la dimensión del reto y la experiencia acumulada no es lo mismo que filmar una película, pero es la precondición para perder nuestras cadenas.
Bien por Soderbergh y Del Toro, aportando cada uno en su rol la naturalidad con la que sólo pueden ser tratados una gesta y un personaje como el Che y la revolución cubana. No es casualidad que esta película nos anime, precisamente ahora, a descubrir que tenemos un Ché adentro, aunque nuestra táctica sea distinta, siempre que en autenticidad elijamos correctamente de qué lado ponernos ante el reto de nuestro tiempo. No es casualidad que se proyecte en plena crisis financiera, con miles de trabajadores despedidos bajo el eufemismo de “no recontratados”. Decir que en toda lucha hay vencedores y vencidos es cínico si dejamos que los débiles mueran sin hacer lo que a estas alturas exige la historia.
Quizá la película no persiga más que distraer, pero hemos aquí tratado de mostrarles que el horror de la guerra y de la muerte cobra sentido cuando peleamos contra los imperialistas. Que esta lucha no ha terminado aún es evidente, pero que en ella no podemos darnos el lujo de seguir siendo espontaneistas y pragmatistas no es algo tan fácil de ver, pero es la única razón al redactar éste artículo. Elegir teórica y prácticamente la táctica y la estrategia adecuada a la dimensión del reto y la experiencia acumulada no es lo mismo que filmar una película, pero es la precondición para perder nuestras cadenas.