El TLC mal parido ya es harto conocido
Por Facundo Bazán
Joseph Stiglitz*, Nóbel de Economía, ha precisado cómo es que los países del Sur pueden perjudicarse firmando TLC’s con países industrializados, y ha criticado a los Tratados en los que participa Estados Unidos, asegurando que no han beneficiado a los países en desarrollo que los firmaron.
De hecho, según él, esos países perdieron mucho más de lo que aparentemente ganaron, de cara a la competencia con productos agrícolas subsidiados por el gobierno norteamericano. Sobre todo, ha criticado las restricciones mayores en materia de acceso a la propiedad intelectual y al conocimiento en materia de medicamentos genéricos, ocasionándoles miles de muertes de personas pobres, a consecuencia de esos acuerdos.
Según Stiglitz, los aranceles de Estados Unidos son tan bajos (de 3 a 5%) que los países en desarrollo no necesitan un TLC para exportar a ese mercado; en cambio, los productores norteamericanos sí necesitan que los países pequeños bajen sus altos aranceles proteccionistas para exportar a esos pequeños mercados, hasta destrozar su pequeña y atrasada capacidad instalada y apoderarse del mercado al punto de poder establecer libremente los nuevos precios de todos los productos.
No se trata, pues, de la promisoria venta de nuestras mercancías en los grandes mercados, salvo la de un pequeño número de productos de la agro-exportación última, sino más bien de la venta desventajosa de grandes volúmenes de mercancías de los grandes productores en nuestros pequeños mercados, incapaces de competir en los rubros de los que depende la soberanía alimentaria.
*Joseph Stiglitz, economista y escritor, es uno de los economistas más famosos del mundo, a partir de la publicación de libros de divulgación y crítica a los organismos internacionales de crédito.
Estudió entre 1960-1963 en el Amherst College. Entre 1965-1966 trabajó en Chicago. En los años siguientes obtuvo su doctorado en el MIT, y con una beca Fulbright de investigación. Enseñó allí mismo y en la Yale Yniversity. En la actualidad da clases de Business en la Columbia. Desempeñó como asesor de Clinton, hasta el 97, y en el Banco Mundial, hasta el 2000, de donde lo forzó a renunciar el Secretario del Tesoro USA, Lawrence Summers.
Su importante contribución a la teoría de la información imperfecta en los mercados, o asimetría de la información, le valió compartir el Nóbel. Sus teorías económicas podrían definirse como de la escuela neokeynesiana. Además es autor de Whither Socialism, un libro no técnico que proporciona una interesante introducción que explica las teorías que estuvieron implicadas en el fracaso de las economías socialistas en Europa del Este.
En el 2002 escribió El Malestar en la Globalización, donde afirma que el Fondo Monetario Internacional se pone al servicio de su deudor y de su accionista más grande, los Estados Unidos, por encima del de las naciones más pobres, para las cuales teórica y supuestamente fue diseñado a servir. Además, ofrece algunas razones por las cuales la globalización ha engendrado la hostilidad de manifestaciones tan combativas, como las de Seattle y Génova.
Joseph Stiglitz*, Nóbel de Economía, ha precisado cómo es que los países del Sur pueden perjudicarse firmando TLC’s con países industrializados, y ha criticado a los Tratados en los que participa Estados Unidos, asegurando que no han beneficiado a los países en desarrollo que los firmaron.
De hecho, según él, esos países perdieron mucho más de lo que aparentemente ganaron, de cara a la competencia con productos agrícolas subsidiados por el gobierno norteamericano. Sobre todo, ha criticado las restricciones mayores en materia de acceso a la propiedad intelectual y al conocimiento en materia de medicamentos genéricos, ocasionándoles miles de muertes de personas pobres, a consecuencia de esos acuerdos.
Según Stiglitz, los aranceles de Estados Unidos son tan bajos (de 3 a 5%) que los países en desarrollo no necesitan un TLC para exportar a ese mercado; en cambio, los productores norteamericanos sí necesitan que los países pequeños bajen sus altos aranceles proteccionistas para exportar a esos pequeños mercados, hasta destrozar su pequeña y atrasada capacidad instalada y apoderarse del mercado al punto de poder establecer libremente los nuevos precios de todos los productos.
No se trata, pues, de la promisoria venta de nuestras mercancías en los grandes mercados, salvo la de un pequeño número de productos de la agro-exportación última, sino más bien de la venta desventajosa de grandes volúmenes de mercancías de los grandes productores en nuestros pequeños mercados, incapaces de competir en los rubros de los que depende la soberanía alimentaria.
*Joseph Stiglitz, economista y escritor, es uno de los economistas más famosos del mundo, a partir de la publicación de libros de divulgación y crítica a los organismos internacionales de crédito.
Estudió entre 1960-1963 en el Amherst College. Entre 1965-1966 trabajó en Chicago. En los años siguientes obtuvo su doctorado en el MIT, y con una beca Fulbright de investigación. Enseñó allí mismo y en la Yale Yniversity. En la actualidad da clases de Business en la Columbia. Desempeñó como asesor de Clinton, hasta el 97, y en el Banco Mundial, hasta el 2000, de donde lo forzó a renunciar el Secretario del Tesoro USA, Lawrence Summers.
Su importante contribución a la teoría de la información imperfecta en los mercados, o asimetría de la información, le valió compartir el Nóbel. Sus teorías económicas podrían definirse como de la escuela neokeynesiana. Además es autor de Whither Socialism, un libro no técnico que proporciona una interesante introducción que explica las teorías que estuvieron implicadas en el fracaso de las economías socialistas en Europa del Este.
En el 2002 escribió El Malestar en la Globalización, donde afirma que el Fondo Monetario Internacional se pone al servicio de su deudor y de su accionista más grande, los Estados Unidos, por encima del de las naciones más pobres, para las cuales teórica y supuestamente fue diseñado a servir. Además, ofrece algunas razones por las cuales la globalización ha engendrado la hostilidad de manifestaciones tan combativas, como las de Seattle y Génova.
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