Salarios ni para la sal


Ante este cuadro irreal, cuesta entender por qué los pobres, desprovistos de los medios que los ricos monopolizan, pensamos como si no lo fuéramos, creyendo que basta con no bajar más en la escala social por el momento, o que unos cuantos aumentos pueden librarnos del embargo, la tuberculosis, la marginalidad y la demencia inminentes. Cuesta entender porqué este irreflexivo economicismo inmediatista nos resigna a este círculo vicioso, mientras los ricos, conscientes de la urgencia de sus intereses, no cesan de exigir mayores concesiones al Estado, estafar a los consumidores y explotar a los asalariados, para librarse del horror que ellos mismos desatan, como crisis económicas cada vez más extensas, profundas y frecuentes, en la competencia irracional con la que pretenden quebrarse entre si y adueñarse del mercado.
Asistir, por eso, a las discusiones del Congreso sobre el Proyecto de la Ley General del Trabajo es una buena terapia para despertar de la risa. Los burgueses ( convencidos de que es una lisura imperdonable que una diminuta minoría de trabajadores “privilegiados” conserve aún los restos exiguos de los derechos laborales sobrevivientes al fujimorato ) intentan con lógica sorprendente demostrar que –dado que en 1,990, el 40% de la PEA, 4’000,000 de trabajadores estaba asalariado en el sector privado con vínculo permanente, y hoy sólo lo está el 4%, es decir, 400,000, de una PEA un quinto mayor que hace 17 años- el despido no representa un problema laboral en el país, toda vez que la mayoría no lo tiene, es informal o es precario (!)
¿Qué le espera al obrero de todo este panorama? ¿Llegar por esa ruta a ser dueño de su destino y de los medios con los que produce riquezas que otros se apropian dentro y fuera del país? ¿Nos bastará –como acostumbran los metafísicos y los moralistas- con consolarnos reivindicando “el enorme aguante y reserva espiritual de los pobres”, esa que le falta a quienes nos despojan hasta del derecho a luchar por un mundo al fin pleno de paz e igualdad?
Aceptar que el asalariado peruano es inmune a la miseria, a la rebelión, o a la vergüenza de ser permanentemente calumniado por el empresariado, es tan inaudito como suponer que para desterrar todo problema laboral hay que eliminar a la totalidad de los trabajadores.
Labels: proyecto de ley general del trabajo, salario, salarios peruanos
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