No todo lo que baja...sube
Como el precio del trigo ha subido de US$ 144/Tm, en enero del 2006, a US$ 200/Tm, la semana pasada, el precio del pan subirá, a no ser que los oligopolios harineros, por un lado, obliguen al Estado a bajar los aranceles al trigo, y por otro, en el supuesto negado de que trasladen al público los beneficios de dicha reducción. La razón oculta de la subida es el aumento del cultivo de maíz, con que demagógicamente EEUU y la UE pretenden vendernos la panacea del etanol, con que anuncian poder reemplazar los 88 millones de barriles de consumo diario de hidrocarburos, culpables de la mayor producción de gases de efecto invernadero.
La demanda de maíz seguirá superando a la oferta, reduciendo el suelo disponible para otros cultivos, como la soya y el trigo, elevando el precio de los granos, las carnes, la leche y los huevos. Ello es más grave aún en víspera de la inminente suscripción de los tratados OMC y TLC, que implicarán la quiebra en masa de los productores nacionales y la dependencia respecto de alimentos importados caros, por un largo período, favorable a los países industrializados y a la Gran Burguesía de los países colonializados.
En realidad la producción y el uso del etanol, vía la producción de maíz, no va a modificar los precios del petróleo, ya que la supuesta sustitución solo representará una pequeñísima parte del consumo mundial antes apuntado. ¿ De qué tamaño debería ser la producción mundial de maíz y etanol para reemplazar sensiblemente o para equilibrar a los hidrocarburos y obligar a su abaratamiento internacional ? Al contrario, lo que ocurrirá es que los precios del etanol y otros biocombustibles se acercarán al precio del petróleo, como viene ocurriendo ya. A su vez, para que caigan los precios de los granos los grandes gobiernos deberán quitarle apoyo a los programas de biocombustibles o bajar el precio del petróleo. Cosa que no sucederá en los próximos años.
La demanda de maíz seguirá superando a la oferta, reduciendo el suelo disponible para otros cultivos, como la soya y el trigo, elevando el precio de los granos, las carnes, la leche y los huevos. Ello es más grave aún en víspera de la inminente suscripción de los tratados OMC y TLC, que implicarán la quiebra en masa de los productores nacionales y la dependencia respecto de alimentos importados caros, por un largo período, favorable a los países industrializados y a la Gran Burguesía de los países colonializados.
En realidad la producción y el uso del etanol, vía la producción de maíz, no va a modificar los precios del petróleo, ya que la supuesta sustitución solo representará una pequeñísima parte del consumo mundial antes apuntado. ¿ De qué tamaño debería ser la producción mundial de maíz y etanol para reemplazar sensiblemente o para equilibrar a los hidrocarburos y obligar a su abaratamiento internacional ? Al contrario, lo que ocurrirá es que los precios del etanol y otros biocombustibles se acercarán al precio del petróleo, como viene ocurriendo ya. A su vez, para que caigan los precios de los granos los grandes gobiernos deberán quitarle apoyo a los programas de biocombustibles o bajar el precio del petróleo. Cosa que no sucederá en los próximos años.
Y dado que somos importadores netos de alimentos ( el 2005 y 2006 importábamos US$ 746 y 880 millones, y en el 2007 importaremos US$ 1,000 millones ) la importación de trigo seguirá la misma tendencia proyectándose a US$ 250 millones para el 2007. No estamos, entonces, solo frente a un problema económico sino ante un tema de política de Estado, de seguridad alimentaria. Por la misma razón es imposible seguir pensando, como lo hace ingenua o interesadamente este gobierno, que el uso de las tierras peruanas disponibles deben quedar libradas a las políticas de inversión privada para el acondicionamiento, organización y uso previstas por las corporaciones nacionales y transnacionales, ya que la responsabilidad de decidir qué se cultiva y dónde se cultiva no puede responder a la concurrencia irracional de los agentes empresariales en el mercado, sino más bien al eslabonamiento futurista y consensuado de una serie de temas claves, que en el corto, mediano y largo plazo, y respecto de la matriz energética, la infraestructura productiva, el transporte marítimo y aéreo, la asignación de áreas libres para inversión extranjera productiva, y la planificación del desarrollo agrícola, nos devuelvan la esperanza en la viabilidad de la nación, de la república y de la democracia peruanas.
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