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Monday, April 13, 2009

El Ché, causalidad y casualidad

El Ché, causalidad y casualidad.
Por, Pablo Mora
Recientemente estrenada en salas peruchas, El Ché es una brillante película sobre la guerrilla cubana contra la brutalidad del tirano, las desviaciones de los propios compañeros, las admoniciones de los mitos religiosos y rurales, y las críticas urbano-mediáticas.

La película, dividida en dos partes, narra los acontecimientos transcurridos entre 1955 y 1959 hasta la creación del movimiento 26 de Julio y, luego, la huída de Batista y el camino hacia La Habana. De las dos horas sale uno convencido de su realización a pesar de muchos otros intentos fallidos.

Rescatar y mostrar la vida del Ché como muestra de amor por el pueblo en lucha es un esfuerzo encomiable para un director que no es biógrafo del Ché ni militante socialista. Más meritorio que haya podido mostrarle como un hombre lleno de principios que participó en las acciones de su tiempo sin que le tiemble la mano ni la voz con pruritos y puritanismos liberales o religiosos; un hombre que se jugó entero en una guerra que era suya aunque fuese argentino, muestra del compromiso vital eliminado todo prejuicio nacional-burgués o pequeño-burgués. Se nos ocurre que la décimoprimera tesis de Marx en Las Tesis de Feuerbach acerca de que los filósofos se han limitado a interpretar el mundo vale igual para los médicos que se limitan a curar a los pacientes sin transformarles el mundo en que se enferman.

No quiero decir que Guevara haya sido filósofo o santo, pero pagó con su vida y con su muerte la consecuencia de querer para América y el mundo lo mismo que aprendió a querer junto a los trabajadores, los guerrilleros y los guajiros del lugar, tanto como cuando debatía, al lado de embajadores y periodistas, en los años de su paso por la ONU, denunciando injerencias inaceptables.
Imaginémoslo ahora vivo, bien plantado frente a la depresión económica y las guerras no convencionales de baja intensidad con las que el bloque hegemónico ecualiza las tensiones globales para no acabar en una nueva guerra mundial, o frente a la nueva versión del hambre y las plagas universales, o frente a las crisis energéticas y climáticas a las que nos empujan los esclavistas del capitalismo decrépito. ¿Se alzaría en armas a pesar de su avanzada edad o fungiría de sicofante del liberalismo filibustero? ¿Estará él en su tumba más vigente que nosotros en nuestro tiempo? ¿Estará en vigilia permanente mientras nuestras mentes dormitan entre la indiferencia, la verborragia y la inoperancia? ¿Estaremos esperando que venga a rescatarnos del fin de la historia ante el que se postrernan agobiados los impotentes y los cómplices?

Bien por Soderbergh y Del Toro, aportando cada uno en su rol la naturalidad con la que sólo pueden ser tratados una gesta y un personaje como el Che y la revolución cubana. No es casualidad que esta película nos anime, precisamente ahora, a descubrir que tenemos un Ché adentro, aunque nuestra táctica sea distinta, siempre que en autenticidad elijamos correctamente de qué lado ponernos ante el reto de nuestro tiempo. No es casualidad que se proyecte en plena crisis financiera, con miles de trabajadores despedidos bajo el eufemismo de “no recontratados”. Decir que en toda lucha hay vencedores y vencidos es cínico si dejamos que los débiles mueran sin hacer lo que a estas alturas exige la historia.

Quizá la película no persiga más que distraer, pero hemos aquí tratado de mostrarles que el horror de la guerra y de la muerte cobra sentido cuando peleamos contra los imperialistas. Que esta lucha no ha terminado aún es evidente, pero que en ella no podemos darnos el lujo de seguir siendo espontaneistas y pragmatistas no es algo tan fácil de ver, pero es la única razón al redactar éste artículo. Elegir teórica y prácticamente la táctica y la estrategia adecuada a la dimensión del reto y la experiencia acumulada no es lo mismo que filmar una película, pero es la precondición para perder nuestras cadenas.

La Justicia y la Impunidad

La Justicia y la Impunidad
Por, Pablo Mora

“Como los cargos objeto de imputación se encuentran probados, más allá de toda duda razonable, la sentencia es condenatoria”. Así lo dijo, César San Martín, presidente de la terna que asumió valorar el material probatorio y las argumentaciones de las partes en el proceso.

Luego de diecisiete años de lo de Barrios Altos y La Cantuta, una sala del denostado Poder Judicial aplicó la justicia burguesa, hasta donde pudo, sin que, por eso, cambie el carácter del Estado, ante el que comparecieron los deudos de las víctimas que encarnan al pueblo, independientemente de si fueron o no de Sendero o del MRTA. Cuatro delitos, veinticinco años de prisión en 711 folios, junto al informe de la CVR, serán en breve puestos a prueba cuando deban ser usados como precedente para juzgar y sentenciar, legalmente, al genocida García Pérez y, políticamente, a Belaunde Terry, fallecido. De no poderse, quedará demostrado, más allá de toda ingenua aspiración liberal, que “una gaviota no hace verano”.

Es sintomático que hoy, bajo el imperio del segundo mandato del genocida que nos gobernara del 85 al 90, se haya pronunciado la sentencia que condena al genocida que nos gobernó del 90 al 2000. Los crímenes de lessa humanidad ocurridos en ambos gobiernos, y en los otros, fueron y siguen siendo políticas de Estado, aplicadas, con matices desde comienzos del siglo XX, contra sectores populares beligerantes. Los crímenes nunca fueron, entre nosotros,”excesos” sino modos “no convencionales” de afrontar una guerra contra la Nación insurgente.

El asunto de las ejemplares garantías otorgadas al genocida no se condicen con las reglas excepcionales usadas al juzgar a trabajadores, revolucionarios o marxistas levantados contra la oligarquía proimperialista que nos gobierna : en ese caso, nada pudo ampararnos del “debido proceso” aplicado por jueces militares sin rostro en mérito al dicho de los soplones. Entonces, las sentencias no recogieron pruebas o indicios suficientes de hechos objetivamente consumados, sino la “inminencia de un daño potencial venido de la peligrosidad de los probables autores".

El exdictador, extraditado con todas las garantías nacionales e internacionales, está en una situación paradójica, pues resulta privilegiado comparado con los miles sentenciados por delitos calificados como “terrorismo” desde la ascensión reaganista, pero no lo es comparado con los presidentes e instituciones genocidas intocables, o con sus colaboradores civiles y militares impunes, detritus de la obediencia debida o del deber patriótico en el mejor sentido maquiavélico.

¿Esta peregrina sentencia querrá decir que podemos sentirnos seguros ante el Terror de Estado? ¿Será verdad que la impunidad burguesa se paga, que la verdad vence y que los ricos lloran? ¿Será que la nuestra ha dejado de ser una historia de la infamia? No. Por ello, conscientes de que la lucha contra todas las formas de la irracionalidad --venidas de la defensa de la propiedad privada y del capital con los instrumentos del poder político-militar- no tendrá descanso hasta que los trabajadores ejerzan el derecho a rebelarse con las armas de la verdad científica, la palabra crítica y comprometida y los medios del poder popular que deben construir en el camino, nos animamos al supremo deber histórico de pagar nuestra cuota contra el silencio y el terror impuesto hoy contra los sindicados, los partidos y los movimientos sociales acusados de terrorismo para quebrar todo trabajo organizativo entre las masas.

Sabemos que el camino es oscuro, zigzagueante y pedregoso, pero cuando vemos que es posible, con las armas insuficientes de la burguesía, en las condiciones del régimen fascistoide, condenar a uno de los tiranos, sabemos que es un deber ir por los que nos faltan, y que es posible salir del círculo vicioso de la utopía apoyados en las victorias parciales obtenidas cuando estas expresan una tendencia hecha realidad desafiando las adversidades y las ilusiones. Crezcamos para alegrarnos cuando paguen los que aún no pagan la vileza de frenar la vida con las artes de la muerte legalmente organizada. Miradas bien las cosas, esta sentencia no vindica a los muertos, sólo reivindica, entre líneas, la justeza de la gesta de los que luchan contra el sistema. Esta no es la victoria del sistema neoliberal o la del modo liberal de juzgamiento sino la del ideario de los caídos contra los especuladores de la banca de oro y los negocios redondos, donde no hay más santidad que la de los contratos-ley pactados a oscuras con las transnacionales.
Desenmascarar las leyes es un deber de los marxistas, pero lo es más acorralar a los que están próxima y remotamente detrás de ellas. La tarea no es sólo traerse abajo al fujimorismo sin Fujimori o con Fujimori, o al modelo neoliberal o keynessiano, que cae en picada pese a los esfuerzos conjuntos de la burguesía internacional, sino resolver de una vez por todas las contradicciones y los efectos de los sistemas que, como el capitalista, están basados en la explotación y la expoliación de unos hombres a manos de otros. Eso lo conseguiremos unidos, cuando tengamos en claro lo que nos une. Porque la lucha no la hace un hombre es necesario educarnos con las armas de la crítica, organizando la acción política conforme a metas y objetivos tácticos y estratégicos sistematizados a partir de la experiencia internacional y nacional acumulada contra el tirano universal. Basta de fracciones y de silencio. El comunismo no es un sueño, es el destino de la humanidad emancipada de sus dueños.
Dejemos el culto a la personalidad, la historia no la hacen los individuos sino las masas. Dejemos de endiosar a los juristas que aparecen en la foto como principistas pero que son, con el conjunto de los embaucadores del oportunismo político, los mismos que le proponen a los trabajadores lo imposible : corregir a la gran propiedad y al poder político-militar sin salirse ni una coma del sistema. Dejémosles emborracharse con la presunta fortaleza del liberalismo simplón, pero no les dejemos sembrar ilusiones en la francachela mediática de una victoria apenas parcial y provisional, a la que pondremos a prueba frente a las masas exigiendo : que pase el próximo y el que sigue.