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Tuesday, July 28, 2009

La verdad de los transgénicos

Tuesday, July 14, 2009

Cuentan las leyendas amazónicas

Por Raúl Pastor Gálvez
martes 09,06, 2009

Cuentan las leyendas que "los hombres de la neblina", hijos del Yapura, origen del agua en las alturas, fueron felices durante siglos en las márgenes del Marañón. Luego, el sueño de Orellana, continuado por otros canallas, disfrazó las cifras del horror tras el mito de “El Dorado”, primero, y del “Progreso”, después. En una historia desesperada, la vida y la codicia se han enfrentado en lucha, una y otra vez. Del árbol más alto al animal más raro, el foráneo usurpó el bosque, el agua y la libertad, ahogando a los nativos en sufrimientos inenarrables, torturados por aventureros, inquisidores, y politicastros.
El sueño de la canela condujo al oro resplandeciente, y la evangelización a la tutela paternal, como si fueran gentes indefensas. El mayor horror vino, sin embargo, a inicios del siglo XX, bajo el fuete de los patronos y capataces caucheros. El “árbol que llora” gimió en condiciones tan miserables como los nativos que morían sin pruebas a manos de policías obligados a ser instrumentos de la impunidad.Ríos como el Utcubamba y el Marañón aún cobijan en sus cuencas a las tribus diezmadas de los jíbaros, aguarunas y huambisas, ajenos a la civilización occidental, moderna y liberal. Sin destruir a la madre que les da comida, medicina y abrigo, así vivieron hasta que Tejeira, Orellana, Alvarado, Monteverde, Lope de Aguirre y otros criminales como Fitzcarraldo y Belaunde redescubrieron en la selva un motivo para su obsesión colonial.
Al lema “la tierra de los chunchos es nuestra y nuestro el verde de nuestros sueños promisorios” todo quedó talado. El desierto avanza en medio del verdor marginal, los troncos elevan sus muñones tronchados al cielo. Los gobiernos venden lo que queda, baratito no más a quienes prometen sibilinamente transformar el charco nauseabundo donde todo ha muerto en el paraíso de la palma y el sacha inchi, penetrados por carreteras que nosotros mismos hemos construido.
El raquitismo, el envenenamiento, la gripe, la hepatitis, el paludismo y otros males son los signos demagógicos del progreso, predicado en la selva, pero hecho realidad para la crema limeña. 8,000 incendios diarios evidencian la pesadilla del oro y el nuevo exilio o la esclavitud de los nativos. ¿Quién le creerá a Brack, si García hizo cifras en público el día de su asunción al mando? Ríos muertos en vez de aguas cristalinas, fetos deformes en vez de niños libres, cazadores devastados por el fuego del mercurio, comunidades sin memoria en el miasma de la depresión: estos son los síntomas del Síndrome de Minamata, La locura que contemplamos en las imágenes oculta la verdad: cámaras incautadas, elevado el umbral de la censura, ajustadas las mordazas del fascismo, y el ritmo del tableteo de las balas: impedir la protesta disparando a matar.
¿Una tonelada de oro justifica una tonelada de mercurio o de cianuro en las aguas de los paisajes verdes que venden los programas del turismo oficial? Por cada nativo que muere un ángel se marcha; por cada árbol que muere una estrella se apaga , por cada río salado desaparecen por miles las libélulas y los últimos delfines rosados. ¿Por qué no se van de la selva y del país los madereros, los mineros y los sepultureros y todos sus amigos? No hace falta hablar de cifras necrológicas.
Todo calla en el espanto de la ausencia. Los únicos que pretenden engañarse son los que gobiernan por la fuerza contra naciones sin poder suficiente para defender el modo en que quieran vivir para siempre.

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Monday, July 13, 2009

La Vida no es "linda" (1)

Tomado del blog: "En pos del Fuego Primordial"
Escrito por: Raúl Pastor Galvez

La vida no es 'linda' como dicen los simplones de la movida de masas. Ella es agón: lucha contra las formas del mal y de la muerte. En tiempos como estos, los optimistas nos jugamos ( de intención y de concreción, de palabra y de obra, en teoría y en praxis): por una razón de lo histórico como trance compartido, por una racionalidad crítica pero comprometida, tecno-científica pero no instrumentalizadora, y por una evolución de la especie humana que no suponga la extinción de las demás, por un desarrollo dialogado desde la diversidad y el desacuerdo, y por un perfeccionamiento en libertad.


Actuamos, bajo riesgo responsable, desde la fragilidad, la fugacidad, la futilidad y la falibilidad de la condición humana, con las víctimas dolientes de la explotación, de la colonización, del exilio y la exclusión, y contra la muerte, las formas iletrada y no ilustrada de la ignorancia, y el miedo oclusivo o represivo instaurado por los genocidas disfrazados de "democracias constitucionales", de "dictaduras salvadoras" o de "profetas mesiánicos". Peleamos por el cambio de relaciones entre el paisano y sus recursos. Peleamos para que el producto del trabajo no le sea enajenado al trabajador y para que nada impida al ciudadano ir por un mundo de todos. Peleamos con los hombres a favor del hombre y de lo que queda de la naturaleza. Peleamos contra las transnacionales, los imperialismos y sus secuaces locales.

El único imperativo permisible es enfrentar la injuria, la impiedad y la injusticia que defienden con virulencia los terroristas de Estado en nombre de una noción de progreso, de modernidad y de prosperidad impuesta y compulsiva, que nadie quiere ni a la buena ni a la mala porque ya conocemos cómo empieza y cómo termina. Nadie tiene derecho a ejercer la tutela pública o privada sobre otro si este no la pide, nadie tiene derecho a justificar lo que se hace tras la treta de un paternalismo que limita la libertad. Hay rodando demasiado horror para sacarnos del presunto error de oponernos a la demagogia de los vendedores de veneno.

Mientras removemos las barreras que impiden que el mundo sea humano, es imprescindible el máximo de igualdad para resolver las contradicciones fundamentales, sorteando las contingencias y las tendencias nefastas del momento. Se trata de ver el cuadro completo de la sociedad en la dinámica de su devenir sin perder de vista las emociones, los pareceres y las decisiones de los demás. La cuantificación del rendimiento, de la utilidad y del rédito no están por encima de las gentes. Rompamos los parámetros de esta pseudo-modernidad tardía, teóricamente exhausta, y prácticamente imposible, que pugnan por concretar los Pizarro y los Alvarado de antes, los Fitzcarraldo y los Romero de hace poco y, por supuesto, los Fujimori y los García, los Del Castillo y los Gonzáles Posada, los Simon y los Mulder, y otros felipillos, capaces de racionalizar el estropicio pontificando de sus muertos, que lo están porque los mandaron a disparar a sus hermanos en los bosque, en los socavones y en las plazas.

El mundo que veo no es el mundo verdadero, apenas es la imagen persistente de un mundo que se resiste a desaparecer. El mundo verdadero es el que podría ser si fuéramos capaces de remover lo que haga falta.

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