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Sunday, November 04, 2007

El Sacrilegio Imperialista contra la Hoja Sagrada


Por Facundo Bazán

Pasado el Paro Cocalero del 29 de octubre, sin que el gobierno haya dado cumplimiento a la vinculante Acta de Tocache, firmada por el ex ministro de Agricultura, Juan José Salazar, consistente en la inmediata detención de la erradicación de los cultivos de hoja de coca y el urgente inicio de un empadronamiento exhaustivo de los campesinos cocaleros, la muerte del cc. Wilva Mazueto Domínguez en Tocache, transforma esa medida en Huelga Indefinida.

Consecuentemente, Pedro Pablo Pérez Baylón, dirigente de la cuenca del Ucayali, ahora Sec. Gral. de la Confederación Nacional de Productores Agropecuarios de las Cuencas Cocaleras del Perú (CONPACCP), anuncia La Marcha Hacia Lima, para que el gobierno detenga la erradicación sin alternativas que ejecuta por métodos represivos que des-estructuran social, cultural, económica y ecológicamente el modo de vida de nuestras comunidades andino-amazónicas, atrapadas entre la sospecha, el aislamiento, la indiferencia y la violencia. Aseguró que los 300,000 miembros de las 18 cuencas cocaleras afiliadas participarán para dar cumplimiento a los acuerdos del VI Congreso Unitario Nacional, realizado en Trujillo, el pasado septiembre.

La CONPACCP lamenta que también el Municipio limeño haya denegado el permiso para instalar la Feria de productos alimenticios derivados de la hoja de coca en el Parque de la Muralla, por lo que la realizará del 12 al 17 de noviembre, en el centro de la ciudad, cuadra 3 de Miró Quesada, para desmitificar el aura dañosa y delictiva creada contra la milenaria hoja, desarrollada por una de las siete culturas más excepcionalmente dotadas en el campo organizativo, administrativo y tecnológico aplicado al área alimentaria, capaz de suprimir la hambruna con productos como la papa, en sus más de 3,000 variedades, la kiwicha, la cañihua, la maca, el tarwi, el chocho, la quinua, y la coca.

Es absurdo suponer que la "Hoja Sagrada", tal como la llamaban en el Tawantinsuyo, sea despreciable cuando, precisamente, Don Hipólito Unánue, Padre de la Medicina y de la República, la reconoció como un “supertónico vegetal”, encomiándola, como hacen en la Universidad de Harward, al afirmar que posee más calcio que la leche. Por tanto, la hoja de coca, como hoja, no es droga. En el Foro Internacional realizado en la Universidad de San Marcos del 4 al 8 de abril del 2005, el Dr. Fernando Cabieses explicó los experimentos científicos realizados por él y sus colaboradores sobre los efectos de su consumo en seres humanos, demostrando que consumida en concentraciones que no mayores a 5 nanogramos por litro de sangre, como en el consumo tradicional andino, solamente proporciona un efecto energizante y supresor del hambre, el cansancio y la sed, y que tan pronto terminar la ingesta, en tres minutos, una enzima sanguínea destruye su principio activo, convirtiéndola en egnonina, devolviendo hambre y sed al que la masca. Pruebas de acullicado de 24 horas seguidas nunca consiguieron pasar de los 5 nanogramos. Para conseguir el efecto “droga” es preciso sobrepasar los 90 nanogramos, que se consiguen aislando su principio y precipitándolo masivamente por por vía respiratoria o intravenosa.

Es absurdo suponer que la obra de planificación y experimentación fastuosa de nuestra admirable federación agrícola, capaz de derrotar al hambre que destruyó a otras culturas, haya sido el resultado de miles de años de drogadicción organizada. Es ilógico pensar que los turistas vienen a maravillarse, en Machupicchu y tantos centros arqueológicos nuestros, con la obra de bobalicones, semejantes a los que se evaden de la realidad de los callejones neoyorquinos o marginales de las grandes urbes, construyéndose mundos maravillosos en el ensueño que les venden los empresarios de la muerte, que se merecen sociedades tan enfermas como las que necesitan de alcaloides para funcionar en las condiciones decadentes de sociedades institucionalmente desestructuradas y de individualidades desestructurados.

Estados Unidos castiga al país productor y no al consumidor, que son ellos, tal como nuestras leyes cómplices toleran al imbécil que consume cocaína, pero no al que se la vende. Ese gobierno cree que eliminando la hoja de coca y el tráfico de la cocaína sus juventudes dejarán de ser tan degeneradas como lo es su sistema, pero se equivocan; su peor droga no viene de fuera, sino del estúpido infantilismo individualista, de la sensualidad obsesivamente enfermiza, de la gratificación inmediatista del narcisismo, del consumismo novelero prometido desde las instituciones que toleran el dinero sucio en la Gran Banca, porque representa la décima parte de sus depósitos. El “combate al narcotráfico” es el pretexto que se han buscado en las cuencas del Orinoco, del Amazonas y del Paraná para meter a sus militares a preparar condiciones para venir a robar nuestros petróleo, gas, germoplasma y agua, para guardar lo suyo para el último suspiro del planeta. Los gobiernos peruanos, sus cómplices, acatan todas sus órdenes sin vergüenza.

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