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Tuesday, January 01, 2008

La Declaración de Trujillo, entre el Estado y la Nación

Por Facundo Bazán

Justo cuando García, en alianza con los poderes fácticos, sumerge las voces de oposición fuera del sistema, senderizándolas y obligándolas a rendir o a detonar su disonancia, la Declaración de Trujillo, presidida por el Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, a la cabeza de los representantes de las instituciones civiles, militares y políticas de la Región La Libertad, exalan una bocanada de aire puro al dejar en evidencia que tras el unísono ficticio se esconde la violación sistemática del orden jurídico, no sólo en casos como el de los Docentes de las Universidades Públicas. Este cuestionamiento esencial deja de lado el anecdotario adjetivo e inócuo que modela el ideario de la retórica anodina.

Como nadie pretende hacer siquiera el ademán de resolver los problemas sociales embalsados, los órganos de mediación entre la Nación y el Estado han debido poner en evidencia a quienes no están interesados ni en resolver la pobreza estructural, que asesina la esperanza de los pobres y de las gentes de buena voluntad, ni en reformar la tributación y la política de Estado, frente a los poderes de la burguesía, las potencias y las transnacionales, para ofrecer educación y salud con la urgencia que el pueblo la requiere, y los ambientes de seguridad ciudadana, resguardo de los recursos naturales estratégicos y posicionamiento geopolítico para la defensa integral de la soberanía, contra la corrupción que nuestra narco-republiqueta estimula oficiosamente.

Por eso, históricamente, cada ola de prosperidad inducida por precios internacionales de ocasión debe ser sacrificada a la insaciable necesidad presentista de los agentes internacionales, y dilapidada al vergonzante maridaje de nuestras élites económicas, políticas e ideológicas. Por eso, estos empresarios que “reconstruyen” las leyes contra los trabajadores peruanos, deberán invariablemente articular su producción hacia afuera, en vez de hacia adentro, pues al no pagar verdaderos salarios no propenden al aumento del consumo ni del ahorro y, por tanto, tampoco a la articulación del mercado interno. Por eso, para la CONFIEP, los obreros no son ni sus semejantes, ni sus paisanos, ni sus pares. Estos universalistas del neoliberalismo criollo son en realidad neomercantilistas o neolatifundistas emperifollados de falaz discurso exportador.

Como nuestro sistema no interpreta ni la dignidad ni la naturaleza de las necesidades humanas, reprime histórica y compulsivamente el afán natural de bienestar, justicia, libertad y reconocimiento de los individuos y de las comunidades, por lo que finalmente todos los modelos implementados fracasan. Si el capitalismo o el socialismo no interpretan ese afán empujan a la sociedad al fascismo y el genocidio o al suicidio colectivo, si acaso, como ahora, no hubiera programa, partido y prensa popular.

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