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Wednesday, December 12, 2007

Grave Devastación Capitalista de Especies

Por Belinda Chang

Desde hace 500 años, el mundo amaneció a las prácticas capitalista, como sistema de producción intensiva. La explosiva productividad alcanzada en la explotación de la fuerza del trabajo ligada a procedimientos, técnicas y máquinas de renovación acelerada, empujó a la colonización y depredación de toda clase de territorios, hábitats y recursos al servicio de la irracionalidad de mercados de incontenible demanda, tanto en los territorios continentales de las metrópolis, como en el de las colonias de África, Asia, Australia y Meso y Sud América.

La actividad humana, en una carnicería inenarrable, e irreproducible en un artículo de este formato, forzó la desaparición de 816 especies de flora y fauna, que representan el 2 por ciento de todas las especies conocidas, que al ritmo de los últimos 100 años ha afectado al 10 por ciento de todas las restantes, gravísima tendencia apenas actualizada al año 2000. En estas tendencias no se toma en cuenta la fase más aguda del calentamiento global derivado de las prácticas más rentables de este sistema de producción, en los últimos diez años.

Desde 1,800, unas 103 variedades se extinguieron, lo que indica una proporción 50 veces superior a la tendencia natural. Pero entre 1996 y 2000, los mamíferos en peligro pasaron numéricamente de 169 a 180, según estudio de la IUCN, y 1,162 de las 4,650 especies conocidas de mamíferos del mundo entero corren gran peligro de extinguirse en lo inmediato, lo que es espeluznante.

Nuevos estudios revelan que, dados los volúmenes alarmantes de desaparición de las especies, nuestros métodos e instrumentos de estimación numérica y porcentual no pueden dar cuenta del fenómeno completo de reducción y/o desaparición, rebasados por la velocidad de los hechos consumados en tiempo real. Los científicos estiman que la proporción es entre 1.000 y 10.000 veces mayor que la tendencia natural de desaparición de especies sometidas a la generación y selección natural de las especies.

La rápida reducción de poblaciones determina que hayan especies aún no desaparecidas pero que al haber perdido una parte sustancial de sus ejemplares pueden considerarse funcionalmente extintas, advirtió en mayo la revista científica Science. Comparadas las poblaciones de mamíferos, por ejemplo, del fenecido siglo XIX con las estimaciones actuales, 173 especies han perdido ya más de 50 por ciento de las áreas que habitaron históricamente, a causa de la concentración de enormes poblaciones y de actividades económicas de toda índole.





La pérdida de la bío-diversidad atrae a diario el interés científico, político y público como una curiosidad, pero no como un compromiso capaz de arremeter en esos terrenos contra sus causas. Los biólogos han advertido explícitamente que la actividad capitalista del último siglo conduce a la extinción generalizada de fauna y flora en el planeta entero, conocida como "sexta ola", en referencia a las cinco anteriores derivadas de fenómenos no humanos.

En Asia Sud Oriental, por ejemplo, los mamíferos han padecido una de las mayores pérdidas de hábitats y, por tanto, de extinción de sus poblaciones enteras. Más de 50 por ciento de la región perdió entre el 75 y el 100 por ciento de sus mamíferos. La densidad poblacional humana alcanzada por las urbes en permanente expansión económica en China, India, Indonesia y Pakistán, es la principal razón de esta dramática pérdida.


En África, la pérdida más significativa se manifestó en el proceso acelerado de desertificación, en que toda especie dependiente de la unidad arborícola y acuífera sucumbió ante la abundante práctica de la tala, la caza y el uso intensivo del agua para la gran minería del oro y de las piedras preciosas, que han acabado con los hábitats y especies fuera de todo control.

Australia es el continente más exhaustivamente estudiado, y por eso el que puede ser considerado el de mayor cantidad de especies desaparecidas de mamíferos. Pero, de América del Sur, donde los estudios científicos apenas si le interesan a alguien recién han empezado, por ser el continente de la última colonización capitalista, lo único que puede decirse es que -a grosso modo- la reducción más marcada de especies de agua, aire y tierra se registra en Argentina, Brasil, Ecuador y Perú, debido a la minería, la tala, la agricultura intensiva y la ganadería de llanura.



En Europa no aparece un patrón claro, porque la región ya había perdido en el siglo XIX la mayor parte de sus especies, todas amenazadas por la insaciable sed de plusvalía y ganancia derivadas de las prácticas capitalistas. El lobo, el oso marrón y el castor, por ejemplo, dejaron de existir en la Gran Bretaña del 1700, al popularizarse la ganadería, la industria de la madera intensiva y el uso hidroenergéticos de los recursos acuíferos, normalmente embalsados por aquellos amigables ingenieros de colas planas.

Según la Unión Mundial por la Naturaleza (IUCN), cuya sede se encuentra en Ginebra, la cantidad de especies desaparecidas y amenazadas en plantas, aves, reptiles, insectos y primates es tan vasta y tan grave que sorprenden los hallazgos casi cotidianos de la debacle. Pese a ello, realiza un seguimiento de la biodiversidad y coloca especies en peligro en su Lista Roja, en espera de que una serie de investigadores, organismos y Estados participen de acciones por lo menos paliativas, entre tanto se puede acometer la solución última del asunto, que debiera ser la del cambio del modo de producción.

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