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Monday, July 03, 2006

Del dicho al hecho hay mucho trecho


En la contradicción entre el ideal dominante de una época y la realidad social concreta se expresa el paso de la esperanza a la necesidad histórica, y el de la enunciación consciente de un programa de negaciones realizables a la realización consecuente de transformaciones políticamente inevitables.

La promesa de una sociedad en que el Estado se diluye a favor de relaciones igualitarias entre productores libres en el mercado habría de liberar, por la revolución técnica y educativa, las fuerzas del progreso, erradicando -en un ambiente de colaboración y paz perpetuas- el colonialismo y la guerra entre naciones. No obstante, esta propuesta no pudo ser cumplida en las condiciones del comercio y la industria capitalistas, ellas evidencian la entrada a un modo de divinizar lo que se posee como propio, tornando a la vieja jungla bajo el aspecto del nuevo mercado como forma inevitable de la evolución, y como argumento de una farsa que nos asigna roles no aceptados.

La Burguesía traiciona así su sueño, dedicada a reducir la Economía y el Derecho a sus intereses antisociales. Lo dicho por David Ricardo (padre de la Economía Política burguesa), acerca de que el salario es proporcional al tiempo laborado o al volumen producido, o de que es el medio idóneo para la participación obrera en la riqueza social, es una mentira descomunal. La propuesta liberal contrasta brutalmente con la realidad a la que son condenados los trabajadores del campo y la industria : supresión de toda forma de estabilidad en el empleo, alargamiento innecesario de la jornada, reducción del salario o vuelta al pago en especie, pese al aumento de la productividad con las máquinas, a la multiplicación de las ganancias con la integración forzosa de los mercados, o a la disminución del trabajo en la lista de los costos generales en la empresa post-industrial.

En virtud del contraste entre promesa y realidad, los luchadores suelen adoptar tres actitudes : 1) la de la desesperanza y exasperación anarco-terrorista, que suplanta la acción política de la clase obrera con la violencia de grupos automarginados de la contienda social; 2) la del romanticismo, que rechaza la desdicha contemporánea en nombre de la vuelta a relaciones colectivistas preindustriales; y 3) la de los socialistas científicos, que continúan la tarea modernizadora superando el discurso de la Ilustración, a partir de las nuevas condiciones de lucha. Por eso el Proletariado no puede prefigurar “su” sociedad negando todo orden, volviendo atrás, o ajustándose al orden actual. Toda ensoñación utópica o culturalista ha de transformarse en doctrina de las condiciones, leyes y soportes para la acción programática, asunto sólo aprendido con Marx, por la crítica teórica y la práctica transformadora, fusionados la ciencia y el movimiento social con el internacionalismo radical de la clase obrera.

Que no nos resulte extraño, pues, o nos llame a derrotismo que los capitales del imperio del norte y sus socios locales ultimaran a caballazo limpio -bajo el pretexto de “intereses nacionales”- el TLC, nueva agresión contra el campesinado, condenado a proletarizarse, y contra los pobres de la ciudad, con el alza inminente de las medicinas y la limitación de los derechos laborales a sólo cinco elementales. Es la hora de los grandes negocios; la burguesía prepara una legislación de excepción, que precariza aún más las condiciones de empleo relacionado con la promoción de la exportación. Detrás de esta avanzadilla, sin embargo, viene más. La privatización de puertos y aeropuertos anticipa la firma de CONVEMAR. Ese Tratado nos obligará a compartir como condominio universal 188 de nuestras 200 millas de mar territorial, declarado de interés global por sus impulsores, como han hecho con nuestras selvas, bosques, ríos y reservas en biodiversidad, gas y petróleo.

La crónica de esta traición rubricada con 79 votos a favor y 14 en contra ha sido sellada con las declaraciones del nuevo mandatario y del secretario general del APRA, asegurando la segunda ratificación y la implementación del anunciado "Plan Perú" con el que militarizarán las regiones por donde pasarán las carreteras transoceánicas del norte y del sur para depredar los bosques amazónicos y llevarse el gas y el petróleo contra la resistencia popular. Los resultados demostraron que la ineficacia de las tácticas dilatorias usadas (como "TLC Así No", "negociemos y discutamos más”, "no todo puede ser malo", “emplacémos a las burocracias gremiales, ya”) entregaron a oscuros técnicos rentados la iniciativa para definir la situación a su antojo, desmovilizando, desinformando y desarmando a la clase obrera, única capaz de repeler el golpe.

De nada sirve cambiarle de nombre al TLC o anunciar más mediaciones vacilantes. La agresión consumada acumula contradicciones que obligan al nuevo régimen a alianzas cavernarias, y al proletariado a preparar el congreso nacional de la CGTP para noviembre, a presentar el pliego único minero, a conquistar nuevas reivindicaciones como salarios con estándares internacionales, jornada legal de menos horas, paro forzoso pagado, indemnización expeditiva por despido y enfermedad laboral, jubilación obrera universal con 20 años, eliminación de las subcontratas, libre sindicalización, subsidio al desempleo, plan de vivienda obrera, readecuación y capacitación laboral pagadas, en ruta a la construcción de un partido obrero (con obreros), al Congreso de Reunificación de las Izquierdas, al levantamiento de un Programa de Transición para la concreción de reivindicaciones nacional-democráticas mínimas, y a la preparación de la Huelga Política General, camino a la solución histórica de las contradicciones que el capitalismo exacerba.

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