Acerca de la Justicia como hipótesis de imparcialidad
No existe la acción inofensiva. Seamos conscientes o no, querámoslo o no, nuestras ideas, palabras, acciones e inacciones tienen un carácter histórico-político concreto, pues cambian el mundo de modo irreversible.
No existe el individuo universal. Por ahora, lo que nos iguala con unos nos diferencia de otros, en tanto nos agrupamos en virtud del carácter dinámico y contradictorio de las relaciones que generamos, enfrentamos y generalizamos como dominantes.
No existe la conciencia neutra. Nos hacemos conscientes de nuestros intereses en medio del conflicto en que participamos. El ciudadano aparece en medio de la comunidad conflictiva, como éstas, en conflicto con las demás, hasta que podamos eliminr las causas de tales enfrentamientos.
No existe la justicia como imparcialidad sino en la medida en que dejen de haber partes. No dejarán de haber parcialidades sino desaparecen las componendas para legitimar lo injustificable : el privilegio de los que colocan sus intereses como condición primera de la Ley.
No existen -en el seno del antagonismo que el orden jerárquico esconde tras la representatividad política y la inmediatez tribal o global- ni opinión ni periodismo imparciales, sino la evidente preeminencia patrimonial, ideológica y procedimental del más influeyente o poderoso.
No existe Democracia sin Demos ni ‘demos’ sin la apropiación colectiva de los medios contra el abuso, y sin la colectivización de la propiedad sobre los medios del trabajo. Si no emergen los desposeídos a decidir por ellos mismos es imposible desterrar las leyes que justifican los medios violentos con que el status quo se defiende.
El Estado no es progresivo sino -sólo transitoriamente- en la medida en que en su forma proletaria sirva como instrumento para eliminarse materialmente a sí mismo, junto con las diferencias de las que derivan los conflictos por la propiedad, la toma de decisiones y la fuerza pública.
El fundamento del liberalismo y del nacionalismo es la hipotética continuidad entre individuo, instituciones, Estados-Nacionales y Supra-Estado. A su favor se han pronunciado en su momento el Derecho Divino, el Derecho Natural, el Derecho Contractual, y ahora el imperialista Derecho del más fuerte. Esta clase de argumentos ganaron la dignidad para unos pocos por la ruta del exceso contra la revolución de los esclavos, los siervos y los proletarios.
No existe el individuo universal. Por ahora, lo que nos iguala con unos nos diferencia de otros, en tanto nos agrupamos en virtud del carácter dinámico y contradictorio de las relaciones que generamos, enfrentamos y generalizamos como dominantes.
No existe la conciencia neutra. Nos hacemos conscientes de nuestros intereses en medio del conflicto en que participamos. El ciudadano aparece en medio de la comunidad conflictiva, como éstas, en conflicto con las demás, hasta que podamos eliminr las causas de tales enfrentamientos.
No existe la justicia como imparcialidad sino en la medida en que dejen de haber partes. No dejarán de haber parcialidades sino desaparecen las componendas para legitimar lo injustificable : el privilegio de los que colocan sus intereses como condición primera de la Ley.
No existen -en el seno del antagonismo que el orden jerárquico esconde tras la representatividad política y la inmediatez tribal o global- ni opinión ni periodismo imparciales, sino la evidente preeminencia patrimonial, ideológica y procedimental del más influeyente o poderoso.
No existe Democracia sin Demos ni ‘demos’ sin la apropiación colectiva de los medios contra el abuso, y sin la colectivización de la propiedad sobre los medios del trabajo. Si no emergen los desposeídos a decidir por ellos mismos es imposible desterrar las leyes que justifican los medios violentos con que el status quo se defiende.
El Estado no es progresivo sino -sólo transitoriamente- en la medida en que en su forma proletaria sirva como instrumento para eliminarse materialmente a sí mismo, junto con las diferencias de las que derivan los conflictos por la propiedad, la toma de decisiones y la fuerza pública.
El fundamento del liberalismo y del nacionalismo es la hipotética continuidad entre individuo, instituciones, Estados-Nacionales y Supra-Estado. A su favor se han pronunciado en su momento el Derecho Divino, el Derecho Natural, el Derecho Contractual, y ahora el imperialista Derecho del más fuerte. Esta clase de argumentos ganaron la dignidad para unos pocos por la ruta del exceso contra la revolución de los esclavos, los siervos y los proletarios.
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