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Tuesday, July 25, 2006

Sobre la huelga de masas, el partido y los sindicatos

“Contra el oportunismo reinante, la medida de la madurez de las relaciones de clase y de la fuerza del proletariado y sus aliados no reside en las estadísticas sindicales o electorales, sino en los acontecimientos de la Revolución en curso”. Así es como, Rosa Luxemburgo, en “Huelga de masas, partido y sindicatos”, hace exactamente cien años, extrajo del fracaso revolucionario ruso de 1905-1906, valiosas enseñanzas para superar el economicismo sindical y el oportunismo parlamentario.

En 1905, aterrorizados dirigentes sindicales entraron en contradicción con el Partido Socialista Alemán, porque incluyó entre el arsenal de sus armas potenciales, el llamado a una huelga de masas, en caso que el gobierno restringiera el derecho al voto. El Congreso Sindical de Colonia consideró que esa discusión teórica era “jugar con fuego” y la rechazó. Luego, ambos la enterraron.

En 1906, Rosa dejó su arresto polaco para ir a Finlandia y reunirse con Lenin y los bolcheviques, sus pares en teoría y acción. Agosto lo pasó escribiendo el folleto. Vuelta a Alemania, intentó persuadir sin éxito al PSD contra su capitulación ante los sindicatos. Hasta ese momento casi todos las declaraciones del socialismo internacional sobre el tema databan de 1873, época en que Engels criticó los errores bakuninistas en estos términos : “En el programa bakuninista, la huelga general es la palanca para desencadenar la revolución social : una buena mañana, los obreros de todos los gremios de un país y del mundo dejan el trabajo y, en cuatro semanas a lo sumo, obligan a las clases poseedoras a darse por vencidas o a atacarlos, dándoles el derecho y la ocasión a defenderse y derribar toda la vieja organización social”.

La idea no era nueva. Implementada por los socialistas franceses y los belgas, desde 1848. También la usaron los fabriles del norte de Inglaterra en 1842, luego de la crisis de 1837-1839. Así, más tarde, los aliancistas suizos el 1º de septiembre de 1873. Pero, el reconocimiento de que para aplicarla hacía falta una organización obrera perfecta creaba dificultades teóricas. Si se dejaba envalentonarse a los gobiernos, estos jamás permitirían que la organización y las cajas obreras llegaran más lejos; pero si, llegara a considerase que los abusos políticos de las clases gobernantes facilitan por sí mismos la emancipación, entonces ella llegaría mucho antes de que el proletariado reúna esos fondos gigantescos y la organización ideal. Y si llegara a disponer de ambos, no sería necesaria la huelga general para alcanzar la meta”.

He ahí contrapuestas la conspiración y la lucha política cotidiana de la clase obrera frente a la teoría anarquista que hace de la huelga general el medio exclusivo para desencadenar la revolución. La ortodoxia marxista previno al movimiento obrero contra el anarquismo, afirmándolo en la lucha política; pero la Revolución Rusa trajo una revisión radical de este razonamiento, pues, por primera vez en la historia se logró una grandiosa concreción a partir de la huelga general de masas. De esto no se desprende que las tácticas de Marx y Engels fueran falsas, o que fuera incorrecta su crítica del anarquismo. Al contrario, sus tácticas producen en Rusia nuevos factores y nuevas condiciones en la lucha de clases. La Revolución Rusa no reivindica al anarquismo sino que lo liquida históricamente.

Una tendencia “revolucionaria”, basada enteramente en el terror, en el “primer golpe” y en la “acción directa”, llama al patíbulo a un proletariado poco educado, sin derechos políticos y con organizaciones extremadamente débiles, en la lucha de multicolor complejo de intereses, y de extrema brutalidad en el uso de la violencia por parte del régimen dominante.


(continuará) ...

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