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Monday, September 25, 2006

La Metáfora del Ser Sudamericano

A pesar de que sostener que “la mayor crítica a la colonización española son las naciones sudamericanas de hoy” resulte un reduccionismo abusivo, es preciso revisar las causas de esto que llamamos “la aventura de ser sudamericano”. En ello se combinan, en nuestro subconsciente, de un modo perverso, las semillas del peor cristianismo inquisitorial con las del espíritu antropófago de algunos pueblos nuestros. El resto lo hicieron, más tarde, la crisis política de la ocupación de la metrópoli y la humillación del rey españoles, la insurgencia de los comunes y la grandilocuencia de las masonerías pseudoliberales, que acabaron por contaminarnos con el talante asesino de un patrioterismo pueril, que nos incapacitó para reconocernos y crecer. Por eso nuestra norma es la desunión, no por el peso de un espíritu crítico, sino por el bizantinismo de nuestro principismo escolástico, por nuestro amor al alboroto, al puro espíritu de contradicción.

Hay quienes justificaban el desmadre colonial por la bendición de la rueda, la obsequiosa lengua y literatura Cervantinas, la cura de la metafísica caníbal con que sacralizamos lo que luego nos comemos, como hasta hoy hacemos con la hamburguesa de marca y de moda, y –adicionalmente- un inventario fascinante de problemas morales desconocidos. Todo ello habría pagado los excesos cometidos. Pero es obvio que no todos somos tan indulgentes; algunos decimos -con la Revolución Francesa- que todo hombre tiene derecho a no ser comido por nadie, en ninguna situación, y bajo ningún justificativo. Contra esta afirmación están hoy quienes achacan nuestros vicios abstrusos, constantes e innumerables, a la persistencia de nuestra herencia aborigen, a nuestro pensamiento mágico y andino, a la indolencia mapuche y a la malicia indígena.

Pero las formas poéticas a veces velan con su magia la historia, como la de la leyenda del joven Bolívar que, en una disputa amistosa de raqueta, derribó la corona del futuro Rey de España, o la del Che Guevara, adolescente perpetuo, que surcó el Amazonas en su pequeña barca llamada Mambo-Tango, premonición de dos ritmos de estirpe negra hermanos y opuestos. En cada elección, en cada impulso, está en germen todo el futuro. Quizá no sabían que apelaban a la vida que los aguardaba.

Tal vez el carácter sudamericano está marcado por la anécdota. Quizá todo consistió en un lance, en la osadía de los atrevidos: la Campaña Libertadora y el Grito de Independencia. Todas las situaciones nuestras son una serie de metáforas, premoniciones, pulsiones, coincidencias compartidas y reactualizadas una y otra vez. Quizá Bolívar tenía que enviudar y salir de Europa para que el raquetazo alcanzara significado, y el Che, involucrarse en la aventura del “Gramma”, otro bote como el suyo, para que las tablas que le sirvieron de soporte no se pudrieran en los pantanos multicolores de la memoria de las cosas, esa que simula una coherencia harapienta e imprescindible, como el esqueleto de los sueños que lo mantienen todo unido; como la independencia fracturada pero honorable; metáfora de nuestro porvenir singular.
Somos una montonera de almas vengadoras, clamando justicia. Quién sabe y todo tiene que ver con todo. Toda sombra arrastra su propia luz y hay un rayo en las tinieblas o la gloria de los fractales, reiteración de una forma que produce la ilusión de una novedad.
ROSA KONSTANTINOS

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