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Tuesday, October 09, 2007

El “Ché”, hombre y mártir bajo la estrella del internacionalismo

Por Facundo Bazán

Tomado del especial preparado por el Movimiento Democrático del Perú, Dignidad Nacional, VOZ_Rebelde, a quienes agradecemos hondamente el amor con que prepararon esta edición

Espartano, uno más en la línea del combate, no luchó nunca para recibir honores, ni privilegios. Fue capaz de privarse de cualquier cosa, seguir constantemente, por autoexigencia cotidiana, la política de dar el ejemplo en todo y, poniendo la política al mando, moverse en el sentido progresivo de la historia, predicando con cada acción : el desinterés, el renunciamiento y la abnegación.

No propugnó nada que no fuera capaz de hacer en forma constante, razón por la que, a pesar de sus limitaciones, consideró siempre posible exigirse al máximo para servir de ejemplo. Él diría, refiriéndose al hombre nuevo, que forjar día a día el espíritu revolucionario no es algo innato ni espontáneo, sino que hay que trabajar en ello contra sí mismos, inspirados en la lucha heroica y anónima de nuestros pueblos. Por eso él brindaba una especial motivación a los obreros, ratificando el reconocimiento que les tributaba como creadores universales.

Es conocida su concepción sobre el papel del individuo en la sociedad, entendida como el aprovechamiento cabal de sus disposiciones, integradas mancomunadamente, sin que sus esfuerzos y aspiraciones en bien del país anulen sus motivaciones o intereses específicos.

Contra el individualismo constante en la sociedad actual, diría de sí mismo, "No es que sea gran cosa lo que hago para luchar contra nuestros enemigos, pero algo hago; y sé que faltan todavía muchos años de lucha, pero hay que prepararse combatiendo y combatir para prepararse, siempre listos a apoyar la verdadera causa justa : cuidar de los más débiles”. O aquella otra dirigida a los que se consideran iluminados autosuficientes :“Acuérdense que la Revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada, y sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Esa es la cualidad más linda de un revolucionario”

Dirigiéndose a su menor hijo, diría como quien quisiera compartir con él la misma trinchera : “Tatico, tú crece y hazte hombre que después veremos qué se hace. Si hay imperialismo, todavía, salimos a pelearlo, si eso se acaba, tú, Camilo y yo podremos irnos de vacaciones a la luna”. Eso quiere decir que mientras no haya terminado de desaparecer todo resquicio del imperialismo que corona con su inmundicia la historia… ningún país está a salvo… y ningún combatientes tiene derecho a aspirar descansar. El descanso vendrá cuando la tarea esté cumplida, es decir, cuando el mundo todo sea socialista, y los hombres todos en el comunismo hayan vuelto a ser hermanos, desterrada la causa de la pobreza, de la codicia y de la guerra.

Así, escribiría a una anciana, al parecer pobrísima, pero revolucionaria : “Toma esta mano de hombre que parece de niño / en las tuyas pulidas por el jabón amarillo. / Restriega tus callos duros y los nudillos puros / en la suave vergüenza de mis manos de médico. / Escucha, abuela proletaria : cree en el hombre que llega / cree en el futuro que nunca verás /
Tendrás una roja venganza, / lo juro por la exacta dimensión de mis ideales / tus nietos todos vivirán la aurora, LO JURO. Muere en paz, vieja luchadora..."

Y a su amigo de siempre, por sobre todas las cosas, a Fidel, le escribió así, cuando éste cayó preso antes de la victoria : "Vámonos, / ardiente profeta de la aurora, / juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte. / No pienses que puedan menguar nuestra entereza / pedimos un fusil, sus balas y una peña. Nada más”. / "Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, / mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. / Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo, / al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos."

De su destino diría en tono premonitorio muy poco, pero lo dicho le presenta como un ave que remonta los vientos de la historia en pos de mayores cimas sin esperar nada a cambio : ”Me iré por caminos más largos que el recuerdo, / eslabonando adioses en el fluir del tiempo". / "De pie el recuerdo caído en el camino, / cansado de seguirme sin historia, / olvidado en un árbol del camino.

Y permitiéndose, al final, un momento de humanidad y de intimidad para compartir con la compañera y camarada, diría : "Cuando al final de todas las jornadas / ya no tenga un futuro hecho camino, / vendré a reverdecerme en tu mirada / ese riente jirón de mi destino.

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