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Monday, October 08, 2007

La cuestión generacional en la izquierda peruana

Comentarios a un texto del cc.” Z”, enviado por gentileza de la Liga Socialista

Por Facundo Bazán

El Propósito del planteamiento

El cc. “Z” en un texto directo y ágil, pero con notorias inexactitudes cronológicas y de causalidad, nos anima a iniciar una cruzada Gonzálezpradista contra los “cincuentones”, restringiendo su presencia en los órganos de dirección de toda la izquierda, como táctica que en su imaginario basta para superar los males que afectan a los obreros y a los socialistas, y de los que, según él, son enteramente culpables los sobrevivientes de las generaciones del 50, 60 y 70.

Los argumentos del planteamiento

En su reflexión clara y directa, la evaporación de los viejos esfumará las taras de la izquierda y, en su lugar, refulgirán presto las dotes y virtudes sin mancha de los “líderes” de no más de 35, por cierto inocentes de los arrestos provocadores que "comprometieron" a toda la izquierda empujándola al tiempo contrarrevolucionario de los 80’s y 90’s ( fallidas las guerrillas de mediados de los 60’s, las tomas de tierras del 73 al 74, la ebullición urbano-marginal de la Federación de Pueblos Jóvenes y los Frentes de Defensa de los Intereses del Pueblo del 75 al 76, la huelga de pescadores del 76 continuada con el paro insurreccional del 19 de julio del 77, y la multitudinaria marcha de sacrificio hacia Lima de petroleros, mineros y siderúrgicos en el 78 y 79 ). Creemos con “Z” que la derrota de la izquierda peruana se dio ciertamente en las trincheras donde se peleó torpemente a contrapelo de las condiciones objetivas, pero no entendemos por qué obvia que esa derrota, en cambio, se cocinó arriba, donde estaban las direcciones oportunistas dedicadas a enjuagues pseudos-democráticos en la Constituyente, ofrecida por la derecha para zafarse del desborde popular dispuesto a más de lo que las direcciones jamás quisieron llegar.

Los agentes del planteamiento y sus circunstancias

Cuando el cc. “Z” idealiza a los mozetones que hoy no tienen más de 35, en realidad se refiere a los compañeros prohijados en las postrimerías decadentistas de la IU, y a quienes hicieron aplaudir la Constitución de Víctor Raúl como conquista obrera “para la justicia y el desarrollo por las seguridades, las libertades y las garantías que democráticamente el Estado de Derecho abría”, como Belaunde abrió la fosa que el Gral. Noel llenó con los ejecutados extrajudiciales de la “guerra sucia”, “necesario sacrificio para salvar a la Patria del terrorismo destructor”. Olvida “Z” que la generación de sus preferencias fue la que contempló inerme cómo los próceres de la IU, los Malpica, Barrantes, Pease, y otras hierbas, le regalaron la segunda vuelta del 85 al nuevo líder, al “carismático genocida anti-comunista", don Alan García Pérez. Esa novel generación apareció desarmada, a sus quince añitos, en la escena de fines de los ochentas, y paralizada por el odio que sus líderes claudicantes les habían insuflado contra la “violencia insana y provocadora que compromete los resquicios democráticos sobrevivientes”. A esa generación no le quedó más que recibir, por estarse al medio, el fuego cruzado de SL/MRTA, y de las FFAA, CRF y GC, de un lado y otro, sin entender realmente nada de nada.

Esa generación prematura estuvo forzada a ensayar en frío, a medias y a tientas ( en defecto de sus direcciones traidoras, muertos los que habrían podido, o pasados al putcho-militarismo, y diezmado, descabezado y en desbande el movimiento popular ) proposiciones descabelladas de regreso a “socialismos nacionales”, “utopías andinas”, “revoluciones humanistas” y cosas por el estilo, precisamente en el contexto que sepultó los grandes referentes de la izquierda mundial, batida a esconderse para no explicar : el fracaso de los “planes quinquenales rusos” diseñados para competir con USA, el fracaso de los “saltos adelante” y la Revolución Cultural China y su extensión en París, Mayo del 68, o por el movimiento pacifista de la intelectualidad y la juventud norteamericana; las vergonzosas matanzas de Tien An Men, la supuesta inevitabilidad de la Perestroika y la Glasnot, la canibalesca guerra entre las direcciones albanesas y entre las tendencias troskista vueltas la una contra la otra, y más adelante la debacle guerrillera centroamericana descubierta su autoproclamada filiación socialdemocrata. El pobrísimo bagaje que esa encajonada generación tenía le impidió procesar el cúmulo de cambios acelerados sin poder zanjar teórica y organizacionalmente ni con el putchismo populista ni con el fascismo cívico-militar.

Esa generación, abandonada a su suerte, quedó absolutamente confundida ante la inexorable diáspora, atemorizada de tener algo en común con los auto proclamados socialistas armados. Esa generación contempló impotente cómo la derrota de las masas y la dispersión de las direcciones rebasaba la capacidad de respuesta de cualquier rezago partidario que se propusiera redefinir y reagrupar para relanzar una resistencia popular, salvando los rasgos fundamentales del marxismo : un acendrado sentido práctico para resolver a diario las cuestiones que conectan el combate presente con las tareas táctico-estratégicas, un agudo sentido de la crítica teórica para renovar el enfoque de problemas irresolutos, una versátil intervención social que integre diversos métodos de lucha en las condiciones reales de ritmos distintos y de grados de desarrollo desigual, y un serio avivamiento del internacionalismo revolucionario para salvaguardar la moral comunista por la emulación y la solidaridad activa.

Esa generación estupefacta no pudo en su momento enfrentarse con los líderes abdicantes convertidos en la vía “apetitosa” al parlamentarismo-onegecista, mediador entre las necesidades sociales y los beneficios potenciales de capitales destinados a sostener con pequeñas dádivas el estado de cosas de siempre. Esa pobre generación pensó como lo más natural del mundo servir como ujieres, amanuenses o secretarios de los oportunistas del legalismo, o como sicarios irreflexivos de una confrontación que se negaban a reconocer condenada a la deriva desde el inicio del reflujo popular. Se acostumbraron a pasar por alto, ante la derrota, los desplantes heterodoxos “humanistas” y los malabarismos y fusiones supuestamente “superadores de las rigideces leninista”.

Esa joven generación desarmada en todo sentido (universitaria, desocupada o refugiada) pensó que no tenía más remedio que “comprender” que “los anhelos naturales del pueblo doliente y cansado pudieran también servir para justificar el volverse a la contrarrevolución tras el ideal reaccionario del “capitalismo popular” de “tecnología, honestidad y trabajo”, “hartos todos del fracasado discurso tuco-comunista, xeno-antiimperialista y micio-desarrollista”. El sueño de un país seguro, viable, apacible, reconciliado, de exitosa choledad provinciana, transformada en miles de “San Romanes”, fue la oportunidad de muchos para refugiarse -bajo el discurso neoliberal- en algún lugar de la economía terciaria, sin embargo, sintiéndose prósperos miembros de la burguesía diminuta y subsidiaria.

Los contra-argumentos al planteamiento

El sueño de un país pacificado, reinsertado y dolarizado, para algunos bien valía la pena sacrificar bagatelas como la autonomía universitaria, la estabilidad laboral, la protección de la industria nacional, y algunas “libertades democráticas”, usadas como camuflaje por los tucos arropados por leyes blandas. Pobre generación, esa, ajena a las realidades obrero-campesinas vivas tras los extramuros de una universidad rediseñada para la transferencia ideologizante de la tercera ola, o para el rendimiento al que llaman pomposamente “excelencia” o “éxito”. Esa es la generación que se tragó enterito el anzuelo pragmático del capital salvaje que justifica los resultados a cualquier precio. Esa generación desalentada, voluntariamente autoexiliada, rotos todos sus vínculos con los últimos estertores de sus direcciones inermes, intentó zafarse instintivamente de los rigores de la pasión, de la prisión y de la conspiración, negándose a asumir la tan mal vista tarea de la toma del poder, como algo ajeno a la construcción del socialismo jaqueado por la realidad.

Preocupante, pues, que nadie sepa el historial de los menores de 35, y que nadie pueda dar fe de dónde vienen estos supuestos nuevos liderazgos, ni cómo se formaron, ni en qué condiciones ni bajo qué dirección, ni para qué clase de lucha. A nadie parece importarle en esa generación supuestamente llamada a liderazgo apurar el paso para ponerse a tono con los ritmos revolucionarios que empiezan a asomar en la historia reciente, vistos los síntomas de una recuperación obrera internacional y nacional, que pone a la orden del día el modo en que intensamente dependemos los unos de los otros, y que nos urge a converger en el proceso de movilizaciones y de debates alturados, sin prejuicios dogmáticos y sectario, abiertos a la asunción responsable de nuestros mutuos errores de cara a una relectura de la realidad, y laq elaboración de unos principios, parámetros, pautas, procedimientos, programas y palancas organizativas capaces de poner en movimiento a las fuerzas motrices de la revolución en dirección a la toma del poder para la construcción socialista mundial.

Supone, en realidad, el cc. “Z” que desaparecerán con los “cincuentones” los stalinistas de PC-U, que dormitan en la CGTP, los castro-guevaristas que sueñan con nuevas andanzas guerrilleras, y los facciosos del maoísmo, a quienes culpan por igual de la debacle del SUTEP, y de la muerte de los Huilca, que llevó a cabo el SIN para confundirnos, sin que lo dicho sirva, sin embargo, para desconocer el sentido instrumentalista que la muerte adquirió como rasgo político de esos sectores de la izquierda, que por razones prácticas empezaron copiando los procedimientos de los sinchis y de los marines para hacerles frente, pero que terminaron ineluctablemente pareciéndose a ellos.

Sacar lecciones acerca de la diferencia entre los procesos continuo y discontinuo del transcurrir del APRA y de la Izquierda no nos sirve para nada si el cc. no nos dice a ciencia cierta cuál de las dos rutas considera ventajosa o recomendable. El cc. lamenta que la izquierda haya evolucionado por lo que llama “rupturas o saltos” (como si ambos términos fueran sinónimos : todo salto es una superación, pero no toda ruptura es un salto). Pero al decirnos que el APRA ha evolucionado ordenadamente por la impronta del carismático y longevo liderazgo de Haya, nos sugiere que a nosotros nos pasa lo que nos pasa porque nos tocó el talante enfermizo de nuestro prematuramente muerto José Carlos. Sugiere “Z” que posiblemente la efectiva disciplina partidaria del APRA se encuentre en la estructura funcional, corporativa, federativa y territorial ensayada por Haya para una dinámica de conciliación para el "aprovechamiento responsable de los aspectos benéficos del imperialismo con el concurso de sus capitales modernizadores". Mientras que la izquierda, concebida leninistamente para la lucha intransigente para la toma del poder y la destrucción de los pilares del capitalismo decadente, vería en esos propósitos estratégicos la razón de su ostensible y paulatino aislamiento de las masas.

Objeciones de circunstancia y de principio al planteamiento

Que en la izquierda “haya pronto eventos internos importantes” para aplicar la frase anarcoide “viejos a la tumba, jóvenes a la acción” sólo servirá, visto lo que el mismo “Z” ha sostenido a lo largo de su artículo, para reincidir en la estratagema rupturista con la que una juventud salida de la nada se inventa a sí misma sin tomarse el trabajo de la síntesis y el salto cualitativo, y sin salvar por la investigación y la autocrítica la solución de continuidad que nos impide sacar por la crítica teórica las más rigurosas explicaciones y remedios organizacionales que manan de los reglamentos aprobados por todos. Suponer que sólo reduciendo al mínimo la participación de los “cincuentones” habrá futuro, llevados de la mano por líderes recién llegados, es apelar al sentido carismático de dotes no ganadas en el duro combate en el que se adquiere la experticia en el manejo de los instrumentales teóricos y prácticos del marxismo y de la vida partidaria, y el reconocimiento de las masas y de sus bases como direcciones capaces y bien formadas, seriamente comprometidas y de enorme sentido de la responsabilidad y de la oportunidad para servir al pueblo autocríticamente.

Olvidar que los partidos leninistas no se estructuran como corporaciones estamentales o profesionales, especializadas en funciones laborales, sino más bien como estructuras especializadas en las labores del trabajo político conspirativo, propagandístico, logístico, agitativo, organizativo, etc. es plantearnos copiar un modelo partidario que no sirve para los fines que el socialismo científico persigue. Olvidar que los partidos marxistas no son confederaciones de unidades territoriales autónomas es olvidar que no se estructuran en virtud de un ultra-democratismo paralizante y burocrático sino en virtud de la necesidad urgentemente práctica de responder con presteza ejecutiva a la multitud de desafíos diarios en base al programa y a las tareas aprobadas pendientes de aplicación, evaluación y sistematización concreta y consecuente.

Lamentarse de que la Izquierda, nada más “fallecer Mariátegui”, el 14 de abril de 1930, “se transformara en PC, horror de horrores, “a la manera leninista para la inminente toma del poder, clase contra clase, ordenada por la Internacional, es desconocer que la razón de nuestra existencia es esa desde la redacción del viejo e imperecedero Estatuto de la Liga los Comunista Alemanes, redactado por Marx. Si su tono de recusación es contra el sentido clasista que el combate por la toma del poder político impone en las condiciones de América Latina y del mundo entero se convierte de un modo velado en la valoración pseudonacionalista y pluriclasista del APRA, ello nos impone ser intransigentes contra la suplantación del socialismo por cualquier suerte de patrioterismo, absolutamente convencidos como estamos de que no hay ninguna forma nacional de socialismo, sino más bien la ratificación principista del internacionalismo proletario desde nuestro nacimiento. Si no fueramos capaces de proceder así entonces nosotros no tendríamos oídos como para distinguir el “El Claro de Luna” de De Bussi del de Beethoven. Por tanto, olvida el cc. que los partidos marxistas leninistas se estructuran al fragor del combate en torno a la lucha entre las clases antagónicas (y eventualmente, contra los imperialistas invasores) para la toma del poder, y su destrucción y reemplazo inmediato por otro nuevo, obrero-campesino, capaz de realizar en una línea ininterrumpida y permanentemente las tareas revolucionarias que el socialismo mundial impone.

Si como hace “Z”, fuéramos a suponer que con la “quiebra de la Bolsa de Valores de Nueva York”, del 24 de Octubre de 1929, cuatro meses después de fundada la CGTP “no maduraron las condiciones objetivas para la toma del poder”, entonces tendríamos que afirmar que de ninguna otra crisis como esa podremos esperar que nazcan circunstancias capaces de generar condiciones objetivas para la revolución, lo cual raya en un fatalismo preocupante. Si "Z" se refiriése a las condiciones subjetivas, por lo de la muerte de José Carlos, de la formación de un Partido aún inexperto para la conspiración, y del nacimiento de la CGTP, como órgano clasista de masas, inmediatamente estigmatizada y clandestinizada, tal vez podríamos comprender a “Z” cuando manifiesta que “los preparativos para la toma del poder devinieron en huelgas intransigentes”; perono deja de extrañarnos que nos proponga que las víctimas de la represión sanchezcerrista fueron las que sin hacer nada se provocaron a sí mismas la intensa persecución que se les vino encima desde inicios de la década del 30”.

Haremos, por eso, recordar a “Z” que la represión y la ilegalización de la CGTP y del partido comunista empezó con Sánchez Cerro mucho antes que cualquier de ellos intentara acción insurreccional o huelguista seria. Ignora el cc. que la escalada insurreccional a la que se refiere fue más bien provocada en el 32 por un exabrupto apristas, que abandonaron en desbande liquidador tan luego lo desencadenaron, y que arrastró a apristas, a comunistas y a sindicalistas a los campos de concentración de Samanez Ocampo en las selvas inexpugnables de Madre de Dios. Esos nombres han sido borrados de la historia por la selva espesa y por la conjura de historiadores lapidarios, pero no seremos nosotros quienes aupados en su anonimato le achaquemos a su bravura viril la causa de todos nuestros males. Olvida “Z” que en su versión cronológica el supuesto desliz ultrista de la CGTP fue sancionado antes de existir culpa y autoría? Silenciar estos aspectos es anatemizar al ausente para explotar el filón stalinista de la Comintern como blanco fácil de nuestros ataques en pos del rédito pírrico de una victoria así?

Olvida que ni en la ocurrencia epistolar entre Haya y Trotsky, dejó éste jamás de someter el punto de vista antiimperialista al análisis clasista internacional, de modo que cuando “Z” ataca lo que le parece un exabrupto radical clasista en el PC, en realidad le salpica injustamente al propio Trotsky. Olvida “Z” que la incapacidad organizacional del la CGTP no es resultado de sus errores sino más bien de su prematura ilegalización, y de la paralelización urdida por Benavides, protector de la CTP aprista, e introductor de Haya en las filas de la masonería dueña del país y del club de la unión. Olvida, acaso, que una organización sindical no puede por su naturaleza estar en funciones en la clandestinidad, no obstante la gesta de los esforzados clasistas y comunistas que defendieron su vigencia a pesar de todo? Así, pues, el vacío generacional que se le imputa a la izquierda de ese tiempo, y del que el APRA sacó aprovechó, no es honestamente responsabilidad del PC de ese tiempo.

Así, pues, cuando el cc. nos dice que ”la izquierda desapareció una generación y luego reapareció en los 50’s (al calor de) la revolución cubana”, no hace otra cosa que considerarla como un factor externo. Es cierto que lo que ocurría en los PC era el reflejo distorsionado de los acontecimientos posteriores a la segunda guerra, en que las revoluciones china, cubana, coreana, las de atrás de la cortina de hierro, la vietnamita, las latinoamericanas y las africanas eran vistas por ellos como la extensión de un proceso que se les ocurría nacional; pero “Z” olvida que en el mundo capitalista contemporáneo ninguna explicación puede considerar ajeno a lo que sucede en cualquier parte del mundo cualesquiera de los elementos propios de la revolución mundial. Ello significaría que es posible insuflar un fenómeno postizo como generador de cambio desde fuera, del todo incorrecto.

Olvidar que la guerrilla no fue el deseo de unos aventureros sino el resultado de la impostergable necesidad de nuestros pueblos por realizar la revolución agraria, que el indio planteaba como la inminente tempestad en los andes y que los ensayistas presagiaban, es suponer que los procesos sociales son inventados por la voluntad de alguien. Por eso, no entendemos cómo puede definir como heroico y creativo el talante de los Malpica, Barrantes, Ledezma, y el de algunos otros personajes desarrollados como 'profesionales comprometidos’ sin pasar por las armas, la prisión o el destierro, pero a quienes concede el mérito de ”tender el puente con la generación del 68, a la que en su versión contradictoria ve como una advenediza improvisada por un lado al describirla como “joven, construida sola, y soberbia, al mismo tiempo que del otro lado le cuelga el balance de sus limitaciones para luego reconocerle una solidez “difícil de remover" para los recién llegados, sin embargo capaces de despertar en esos viejos los celos enfermizos que terminaron por deteriorar las relaciones dirigenciales en pleitos capaces de fragmentarlos en una estructura movimientista.

Nos dice que de pronto “ya no se trataba más de la guerrilla ( … ) sino de la participación electoral de los 80”, pero que la culpable era también la generación del 68 o la del 70, que es lo mismo. Por eso, nos parece que es absurdo que apunte la falta de eficiencia organizacional de la IU, como resultante de la simple suma de partidos, pero que asegure a la vez que la IU se perdió como oportunidad precisamente cuando intentaron estructurarla con militantes. Lo que significaría que lo que la hizo débil se habría convertido en condición de su continuidad, en tanto que lo que habría constituído la superación de su debilidad, se trocaría más bien en la causa de su ruina. Singular análisis el que realiza nuestro querido “Z”. De otro lado, manifiesta que cuando Sendero asesinó a dirigentes de tradición marxista como María Elena Moyano, la izquierda del 68 llegó a su fin. Extraño, muy extraño, pues ahora resulta que lo que quebró a la izquierda "democrática" no fueron sus procesos de degradación, o los procesos internacionales que la desorientaron, o los operativos del SIN, sino Sendero, verdadero culpable del debilitamiento del socialismo, puesto que lo habrían herido de muerte el día que "en nombre de Mariátegui provocaron un baño de sangre”. Mariátegui habría dicho en su defensa, si estuviera vivo, que "hacer la revolución no es como deshojar margaritas o como una tarde de bordados con unas tacitas de té inglés entre amigas díscolas".

"Z" nos dice que Sendero comprometió la idea de “justicia social”, sin embargo, esa categoría no figuró nunca entre el acervo que éste se planteó. Esa idea, dice, resultó cuestionada en su esencia no por las severas derrotas electorales comandadas por los oportunistas de la "izquierda democrática”, sino por SL, lo cual significaría que para que la "izquierda democrática" avance históricamente ésta debería librar al lado del Estado contrainsurgente una última campaña hasta la extinción completa del senderismo. Si esta es su idea de "renovación de ilusiones", definitivamente la sentencia en la que pretenden resumir todo su análisis histórico, acerca de que "el tiempo de la estrategia guerrillera terminó, y el de la estrategia electorera, parlamentarista y oportunista de los 80’s también" quedaría completada así : el tiempo de ahora es el tiempo en que la emprendemos contra los "cincuentones", tiempo de rigurosa inquisición. Por ello dice que "la izquierda ( suponemos que se refiere a la que no es ni "democrática ni violentista" ) para volver a levantarse requerirá que aparezca una generación por generación espontánea como de la nada… ( la de los chicos de no más de 35 años ) que salte… en una nueva ruptura hacia la nada... hacia un adelante desconocido, cualquiera que este fuese... pero con tal de que sea cualquier otro. Esa conclusión temeraria de “Z” es a la que llegua porque quiere ser lógica y escrupulosamente consecuente con su propia premisa mayor : que los cincuentones, culpables, desaparezcan, y que los menores de 35, en virtud de su bisoñez, de su inocencia y su limpieza reemplacen las mañas oportunistas y la demencia terroristas, con su inexperiencia y candor.

“La izquierda peruana ( se lamenta él ) ha evolucionado a borbotones”, como la sangre de una herida arterial nunca cerrada, por espasmos, discontinuamente. Vaya semblanza anatómica o criminológica. Sería más sencillo admitir que la causa de su estancamiento histórico y dirigencial proviene de la cantidad de fuentes yuxtapuestas, superpuestas, intersectadas, interpenetradas e imbricadas que nunca llegaron a fusionarse jamás en algo concreto y nuevo, y que por lo tanto marcharon siempre a la diáspora, cortados los procesos nunca seguidos para el salto sino para la ruptura, de la que "Z" se queja pero que él mismo recomienda volver a hacer otra vez, pero ya no contra los "democráticos" solamente o contra los "violentistas", sino contra la generación intermedia que nos conecta con el pasado y que no está demasiado desgastada como para no participar en el proceso revolucionario bien emprendida la gesta de la autocrítica, de la convergencia y de la construcción compartida para la emergencia de algo que se re-invente, pero no para salir y volver al mismo punto hasta el delirio, sin fin.

Intentemos una síntesis de los rasgos de la izquierda peruana por esferas :

En lo político, la izquierda ha hecho gala de un diletantismo pequeñoburgués y bizantino, dispuesto a la cháchara inconclusa e improductiva de la que nunca sale nada que nos aproxime prácticamente al cumplimiento de tareas conjuntas para una correlación mayor; también es notorio su oportunismo zigzagueante, su alboroto ineficaz y el aborto burocrático con que acaba cualquier discusión, iniciativa o proceso de rectificación; es persistente el reiterativo argumento de la ruptura generacional como medida para solucionar problemas por la quema de los viejos y la sacramentación de los jóvenes, que acaban siendo igual de viejos con menos edad que aquellos; y, finalmente, su rasgo más horrible, es su inter-canibalismo caricaturesco y frustrante como causa proverbial de su descalabro.

En lo teórico, la izquierda se desborda constantemente en un sin número de temas snobistas dejados a la mitad sin zanjar o sin abordar seriamente, coleccionando exquisiteces que no redundan en instrumentos para la solución de problemas prácticos; en la repetición de dogmas aprendidos en materiales de tercera, repetidos hasta aprenderlos como el santo y seña para el reconocimiento de los pares.

En lo organizacional, la izquierda se ha caracterizado por una dinámica de fraccionamientos nacionales e internacionales tan porfiadamente reiterativos que el árbol frondoso de sus bifurcaciones y cofradías no puede ser cabalmente abarcado por memoria o archivo capaz de sobrevivirlos; también por la delimitación de discursos estancos, irreductibles, e incapaces de estructurar formas de diálogo que lleven a la co-intervención en distintos planos para resultados que no obstante poder ser transitorios puedan sin embargo apuntar a formas de estructuraciòn de poder obrero y popular deliberativo, resolutivo y ejecutivo.

En lo comunicacional, en el juego de tendencias proclives a enfatizar la democracia como una confrontación sin fin, que no ha sido capaz de aquilatar el sentido vitalmente práctico que la unidad nacida del diálogo para el mutuo entendimiento tiene como fuente conciente y convenida de la disciplinada vital para la sobrevivencia de las fuerzas internas que se juegan en la tensión de sus oposiciones, como motor de su autosuperación en el circuito de retroalimentación y adecuación de las estructuras a las condiciones de existencia que las animan a ser más eficientes.

En lo social, anduvimos y lo seguimos haciendo como pez fuera del agua, construyéndonos fuera de la clase obrera y del campesinado en sus sectores más estratégicos.

En lo ético y místico, en la zancadilla y la vacilación que paralizan nuestra voluntad de servicio, de poder y de victoria, por temor al error que nos ponga en la picota como blanco de todos los odios.

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