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Thursday, June 26, 2008

Ni aplacar ni apagar la crisis es ya posible

Por Mauricio San Miguel

Empeora la crisis capitalista mundial. A estas alturas casi no queda nadie que desconozca que lo que empezó como un torbellino financiero en el “primer mundo” se comporta cada vez más como un tornado monetario, bancario, comercial e industrial que crece en profundidad, extensión y virulencia. La tempestad en ciernes no es una borrasca pasajera sino una danza macabra sobre el filo de la navaja por el tiempo que le quede al contradictorio rumbo imperialista, opulento en un extremo y famélico en el otro.

La crisis actual no es un aprieto económico y sectorial cualquiera sino un trance de muerte sistémico que compromete gravemente, por un lado, la viabilidad de la naturaleza con un “desarrollo” pensado en términos de crecimiento colonialista sostenido contra la fragilidad de los recursos de los que depende la vida de nuestros pueblos colonializados y, por otro lado, la gobernabilidad social si se piensa que el desarrollo sostenible es suficiente para ocultar la complicidad de las instituciones en el ocaso de toda forma de vida civilizada.

Pese al manto de silencio global con que han sido veladas cualesquiera noticias relevantes acerca del descalabro financiero, detectado desde junio del año pasado, ya se admiten las limitaciones que, para el mediano y largo plazo, tienen los apósitos fiscales y financieros aplicados –subrepticia y concordadamente en el entretiempo- por las reservas norteamericana, británica, europea y asiática para drenar y desinflamar la hedionda herida de la depresión.

Para los “ocho grandes” crecer sin especulación y sin inflación, y revitalizar lo que agoniza en la más extensa depresión jamás antes vista, sin acabar en el basurero de la guerra junto a sus socios del momento y a las colonias a las que parasitan, es una misión imposible dadas las variables concomitantes de la actual crisis sistémica : económica, alimentaria, climática, biosférica, acuífera, energética, política, militar, y cultural. Reducir la expectativa de retorno de los capitales monopólicos sin exacerbar las contradicciones interimperialistas es tan poco probable como impedir la estampida de la fuerza de trabajo expoliada en busca de sobrevivencia apelando al expediente fascista y xenófobo de la represión desatada contra los migrantes por los caminos del mundo.

El dólar no repunta frente a un Euro o un Yuan fortalecidos, mientras el petróleo llegará antes de que concluya el verano europeo a casi 180 dólares el barril, elevando el costo y el precio de todas las mercancías, desfasándose estas de la capacidad de consumo real de las gentes ahora que ha caído la máscara del crédito fácil, desalentando la inversión y reduciendo los márgenes de ganancias justo cuando las bolsas del mundo dan de tumbos profundizando la desconfianza que se trasunta en el encarecimiento de los bienes de consumo, de servicios y de capital, como factor que retroalimenta la crisis con levantamientos sociales imparables.

El encarecimiento de todos los costos se descarga contra el trabajo y enrarece la competencia, estrechando el margen en el que sobrevive la fuerza laboral arrojada en brazos del hambre y la exasperación en las deplorables condiciones del trabajo “flexibilizado” con jornadas de 65 horas semanales o de salario variable, justo cuando –paradójicamente- el grado de desarrollo de la ciencia y de las técnicas y tecnologías actuales eleva la productividad hasta plantear conceptos tan progresivos como el de la libre circulación de la fuerza laboral o el de la ciudadanía planetaria o la reducción de la jornada de trabajo a cuatro horas diarias y veinte semanales, o el equilibramiento de un mercado asimétrico con una justicia global potencialmente capaz de redistribuir la riqueza de las metrópolis entre el conjunto de las colonias para seguir sacando de ellas y vendiendo en ellas las mercancías que produce la industria.

Echa Bush, con lo que le queda de tiempo toda la legislación norteamericana de protección de áreas ecológicas dentro de la propia USA, presionando al congreso para levantar las restricciones que impiden explotar petróleo en Alaska, el zócalo continental pacífico y el mítico Parque Yosemite. Todo para aparecer menos vulnerable ante quienes poseen ahora el material energético en uso, el petróleo, y ante los que poseerán la materia prima necesaria para producir biocombustible en vez de alimentos, a favor de quienes intentarán seguir dominando aunque no fuera más que por un momento más.
El embargo de los capitales del banco iraní más grande es el mejor pretexto para una nueva guerra mundial y el pronto ocaso atómico para una humanidad aún sin conciencia capaz de conducir, sin conexión intercontinental, y sin programa para contienda con futuro.

Enfrentamientos como el de Marcona, Moquegua y más de una veintena de levantamientos mundiales por agua y paz, o pan y salario no podrán ser aplacados ni por el halo novedoso de Obama y todos los bonapartistas de turno.

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