Por qué USA Pierde en Irak, como Perdió en Vietnam
Por Facundo Bazán
Legitimar un orden político auto-generado, desde la dinámica contradictoria del proceso de construcción histórico de un pueblo, requiere de la participación de actores constitutivos cada vez más conscientes, organizados, dispuestos y comprometidos con el rol cuantitativo de una representatividad suficiente de las clases mayoritarias y de sus nacionalidades fundacionales, con el rol cualitativo de sus componentes políticos, ideológicos y programáticos, y con el papel procedimental de instituciones capaces de encarnar la síntesis de su identidad entitativa.
En Irak se requiere eso mismo, que iraquíes, kurdos, turcos y sirios; musulmanes shiítas y sunnitas, sufíes y cristianos, estén presentes; junto al innegable papel del Ejército Mahdi, la Brigada Badr, el Consejo Supremo para la Revolución Islámica, los líderes tribales, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán e, incluso, el de algunos otros movimientos imarxistas nsurgentes. Se requiere que sin interferencias “tutelares” las partes sean capaces de comprometerse a buscar los caminos necesarios para la convivencia con arreglo a un programa político superador capaz de convocarlas a un orden más progresivo.
Desde el comienzo, la alianza que conformaron Estados Unidos de Norteamérica, Gran Bretaña y España para derrocar en Irak a un régimen e imponer otro más bien pro-occidental nunca fue, en el sentido antes anotado, suficiente si, como está demostrado, no están dispuestos a permanecer por todo el tiempo que haga falta (con todo lo que eso implica de desgaste político-militar y logístico) para apuntalar a los fantoches de la burguesía iraquí, sus esmirriados ejércitos e instituciones postizas que los apoyan, desde dentro sin éxito, mientras son blanco de todos los ataques de la paulatina unidad de los iraquíes, o de la barahúnda inevitable de la guerra civil en la que es evidente que los imperialistas y sus aliados no se bastan a sí mismos para hacer frente a los argumentos racionales de lo mejor de la intelectualidad internacional, a los argumentos jurídicos de un orden internacional sumamente malparado pero aún vigente, ni para hacer frente a los argumentos ideológicos del Islam o los programáticos del socialismo, ni para prevenir los ataques militares que les llueven desde tantas trincheras que les es imposible aplicar la misma táctica militar para todas.
El expediente, por un lado, de azuzar chiítas contra sunitas, ciertamente debilitó al bloque de Sadaam Hussein, pero fortaleció y radicalizó el fundamentalismo de esos últimos dentro y fuera de Irak, sobre todo en el Irán actual acusado de representar un riesgo nuclear; y el de, por otro lado, de usar a los kurdos contra los iraquíes, ciertamente sirvió para atrapar a Sadaam entre dos frentes militares, pero ha legitimado al Partido de los Trabajadores del Kurdistán y otros movimientos marxistas en armas como un eje de acumulación de fuerzas no previsto, contra el que ahora se alzan además Turquía, Irán y Rusia para aprovechar cercanías geográficas y diferendos no cerrados para atacar el territorio iraquí so pretexto de atacar al Partido de los Trabajadores del Kurdistán, junto a la exacerbación del nacionalismo pan-islámico, contra el que el orden occidental nunca tuvo posibilidad, ni imponiéndose por las armas ni por la campaña mediática ni por el desgaste que con el tiempo juega más bien en su contra.
Una vez más la historia se encarga de demostrar varias cosas harto aprendidas en otras intentonas imperialistas :
1 ) que ni el enorme despliegue mediático, jurídico, ideológico y bélico de todo el occidente capitalista aliado es suficiente para avasallar y arrasar a un pueblo fuertemente armado de su factor subjetivo aglutinante, fenómeno absolutamente incomprensible para el enemigo imperialista, cuyos soldados negros pelean por un seguro para sus deudos, cuyos soldados latinos pelean por el derecho a una nacionalidad ajena, cuyos soldados norteamericanos pelean por dinero, y cuyos aliados internacionales pelean por el rédito en petrodólares y posiciones geopolíticas, pero que más allá de esa base mercenaria, saben muy bien que no tienen por qué luchar. Toda la ventaja armamentística con la que apantallan al mundo cada vez que atacan queda desarmada contra la creatividad y disposición al combate del mejor destacamento mundial : el proletariado internacional y el ejemplo inmarcesible de pueblos como Corea y Vietnam, por sólo citar a los dos más conocidos; y
2 ) que occidente capitalista y judeo-cristiano parece no comprender que su enemigo no es un enemigo cualquiera, sino el resultado explosivo de los vestigios de las huestes baazistas de Saddam Hussein, del neo-fundamentalismo wahabita, del ultranacionalismo árabe, del Ejército Mahdi liderado por Moqtada al-Sadr, y del revolucionarismo sitia, representados todos por movimientos armados independientes entre sí, actuando por iniciativa propia, en simultáneo, desde varias direcciones, altamente disciplinados y totalmente dispuestos voluntariamente a los mayores sacrificios, incluída la muerte voluntaria.
3 ) que pesar de sus diferendos religiosos, nacionales, ideológicos, políticos y de clase, las corrientes mencionadas propugnan simultánea y a veces coordinadamente la lucha por la independencia contra la dominación norteamericana en la fundamental cuestión de la guerra civil y todas las formas combinadas de la violencia siempre preferibles a las de la eterna dominación foránea. La guerra no es sólo una cuestión de ocupaciones geográficas estratégicas, de tecnologías sofisticadas para matar a cada vez a mayor distancia, o de hazañas logísticas como la asistencia aerotransportada y marítima permanente, o de de diplomacia y de propaganda garantizada por la línea editorial de las mayores cadenas del mundo, sino de condiciones reales, de contradicciones capaces de desatar vórtices sociales de incalculable energía, de ritmos sorperesivamente cambiantes, y de complejidades insuficientemente comprendidas en medio de las volátiles relaciones internacionales actuales, que permiten a los luchadores aprovechar cualquier variación para acumular fuerzas favorables en un juego de dominó impensado.
4 ) que cualesquiera control y pronóstico imperialista fracasará en todas las colonias y en las metrópolis mismas porque la historia tiene sus leyes actuando al consuno de la voluntad indoblegable de los hombres que le prestan su concurso consciente, comprometido y valeroso, de la propia lógica y ritmos históricos imposibles de contener cuando se desatan, como han visto todos los imperios, e incluso los stalinistas cuando les llegó el momento de pararse frente a su torrente poderoso.
5 ) que la causa de esos pueblos y de la clase obrera no es la de la desestructuración simple y caótica que ellos pintan con sus mentiras en los medios de comunicación, sino la de una dura construcción al calor del combate por destruir al enemigo, de adentro o de fuera, que se opone a la historia.
6 ) que, por un lado, nadie puede vencer a un enemigo al que desconozca o al que subestime y, por otro, nadie que conozca y entienda realmente las motivaciones de su enemigo puede dejar de caer bajo el efecto hipnótico y paralizante de la justeza de esas demandas y de la disposición al sacrificio de sus gentes, que es lo que da la verdadera superioridad a los ejércitos que combaten por las causas nobles.
7 ) que los aliados han olvidado que en las clases y culturas oprimidas los símbolos juegan un rol invisible primordial, imposible de percibir para quienes recién llegados no comparten los mecanismos de su decodificación. Los símbolos de los pueblos que luchan por su autonomía y de las clases que luchan por su emancipaciónn llenan de símbolos intactos las páginas del tiempo y la memoria, que el capitalismo no podrá pervertir como lo demuestra el del Ché, y son tan peligrosos como las trampas de bambú o las hormigas amaestradas en medio de las selvas tropicales del Sud-Este Asiático.
En los países que luchan por la liberación bajo las banderas del socialismo no son los partidos o los Estados los que buscan reclutar a sus hombres con amenazas, engaños, promesas o prevendas, sino cada uno de estos los que buscan ganarse un lugar para inmolarse en el crisol de una causa que trasciende a su clase, a su nación o a la historia, otorgándole a sus vidas un significado y un sentido superior al placer, a la seguridad y a la cotidianeidad del confort y del egoísmo occidentales.
Legitimar un orden político auto-generado, desde la dinámica contradictoria del proceso de construcción histórico de un pueblo, requiere de la participación de actores constitutivos cada vez más conscientes, organizados, dispuestos y comprometidos con el rol cuantitativo de una representatividad suficiente de las clases mayoritarias y de sus nacionalidades fundacionales, con el rol cualitativo de sus componentes políticos, ideológicos y programáticos, y con el papel procedimental de instituciones capaces de encarnar la síntesis de su identidad entitativa.
En Irak se requiere eso mismo, que iraquíes, kurdos, turcos y sirios; musulmanes shiítas y sunnitas, sufíes y cristianos, estén presentes; junto al innegable papel del Ejército Mahdi, la Brigada Badr, el Consejo Supremo para la Revolución Islámica, los líderes tribales, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán e, incluso, el de algunos otros movimientos imarxistas nsurgentes. Se requiere que sin interferencias “tutelares” las partes sean capaces de comprometerse a buscar los caminos necesarios para la convivencia con arreglo a un programa político superador capaz de convocarlas a un orden más progresivo.
Desde el comienzo, la alianza que conformaron Estados Unidos de Norteamérica, Gran Bretaña y España para derrocar en Irak a un régimen e imponer otro más bien pro-occidental nunca fue, en el sentido antes anotado, suficiente si, como está demostrado, no están dispuestos a permanecer por todo el tiempo que haga falta (con todo lo que eso implica de desgaste político-militar y logístico) para apuntalar a los fantoches de la burguesía iraquí, sus esmirriados ejércitos e instituciones postizas que los apoyan, desde dentro sin éxito, mientras son blanco de todos los ataques de la paulatina unidad de los iraquíes, o de la barahúnda inevitable de la guerra civil en la que es evidente que los imperialistas y sus aliados no se bastan a sí mismos para hacer frente a los argumentos racionales de lo mejor de la intelectualidad internacional, a los argumentos jurídicos de un orden internacional sumamente malparado pero aún vigente, ni para hacer frente a los argumentos ideológicos del Islam o los programáticos del socialismo, ni para prevenir los ataques militares que les llueven desde tantas trincheras que les es imposible aplicar la misma táctica militar para todas.
El expediente, por un lado, de azuzar chiítas contra sunitas, ciertamente debilitó al bloque de Sadaam Hussein, pero fortaleció y radicalizó el fundamentalismo de esos últimos dentro y fuera de Irak, sobre todo en el Irán actual acusado de representar un riesgo nuclear; y el de, por otro lado, de usar a los kurdos contra los iraquíes, ciertamente sirvió para atrapar a Sadaam entre dos frentes militares, pero ha legitimado al Partido de los Trabajadores del Kurdistán y otros movimientos marxistas en armas como un eje de acumulación de fuerzas no previsto, contra el que ahora se alzan además Turquía, Irán y Rusia para aprovechar cercanías geográficas y diferendos no cerrados para atacar el territorio iraquí so pretexto de atacar al Partido de los Trabajadores del Kurdistán, junto a la exacerbación del nacionalismo pan-islámico, contra el que el orden occidental nunca tuvo posibilidad, ni imponiéndose por las armas ni por la campaña mediática ni por el desgaste que con el tiempo juega más bien en su contra.
Una vez más la historia se encarga de demostrar varias cosas harto aprendidas en otras intentonas imperialistas :
1 ) que ni el enorme despliegue mediático, jurídico, ideológico y bélico de todo el occidente capitalista aliado es suficiente para avasallar y arrasar a un pueblo fuertemente armado de su factor subjetivo aglutinante, fenómeno absolutamente incomprensible para el enemigo imperialista, cuyos soldados negros pelean por un seguro para sus deudos, cuyos soldados latinos pelean por el derecho a una nacionalidad ajena, cuyos soldados norteamericanos pelean por dinero, y cuyos aliados internacionales pelean por el rédito en petrodólares y posiciones geopolíticas, pero que más allá de esa base mercenaria, saben muy bien que no tienen por qué luchar. Toda la ventaja armamentística con la que apantallan al mundo cada vez que atacan queda desarmada contra la creatividad y disposición al combate del mejor destacamento mundial : el proletariado internacional y el ejemplo inmarcesible de pueblos como Corea y Vietnam, por sólo citar a los dos más conocidos; y
2 ) que occidente capitalista y judeo-cristiano parece no comprender que su enemigo no es un enemigo cualquiera, sino el resultado explosivo de los vestigios de las huestes baazistas de Saddam Hussein, del neo-fundamentalismo wahabita, del ultranacionalismo árabe, del Ejército Mahdi liderado por Moqtada al-Sadr, y del revolucionarismo sitia, representados todos por movimientos armados independientes entre sí, actuando por iniciativa propia, en simultáneo, desde varias direcciones, altamente disciplinados y totalmente dispuestos voluntariamente a los mayores sacrificios, incluída la muerte voluntaria.
3 ) que pesar de sus diferendos religiosos, nacionales, ideológicos, políticos y de clase, las corrientes mencionadas propugnan simultánea y a veces coordinadamente la lucha por la independencia contra la dominación norteamericana en la fundamental cuestión de la guerra civil y todas las formas combinadas de la violencia siempre preferibles a las de la eterna dominación foránea. La guerra no es sólo una cuestión de ocupaciones geográficas estratégicas, de tecnologías sofisticadas para matar a cada vez a mayor distancia, o de hazañas logísticas como la asistencia aerotransportada y marítima permanente, o de de diplomacia y de propaganda garantizada por la línea editorial de las mayores cadenas del mundo, sino de condiciones reales, de contradicciones capaces de desatar vórtices sociales de incalculable energía, de ritmos sorperesivamente cambiantes, y de complejidades insuficientemente comprendidas en medio de las volátiles relaciones internacionales actuales, que permiten a los luchadores aprovechar cualquier variación para acumular fuerzas favorables en un juego de dominó impensado.
4 ) que cualesquiera control y pronóstico imperialista fracasará en todas las colonias y en las metrópolis mismas porque la historia tiene sus leyes actuando al consuno de la voluntad indoblegable de los hombres que le prestan su concurso consciente, comprometido y valeroso, de la propia lógica y ritmos históricos imposibles de contener cuando se desatan, como han visto todos los imperios, e incluso los stalinistas cuando les llegó el momento de pararse frente a su torrente poderoso.
5 ) que la causa de esos pueblos y de la clase obrera no es la de la desestructuración simple y caótica que ellos pintan con sus mentiras en los medios de comunicación, sino la de una dura construcción al calor del combate por destruir al enemigo, de adentro o de fuera, que se opone a la historia.
6 ) que, por un lado, nadie puede vencer a un enemigo al que desconozca o al que subestime y, por otro, nadie que conozca y entienda realmente las motivaciones de su enemigo puede dejar de caer bajo el efecto hipnótico y paralizante de la justeza de esas demandas y de la disposición al sacrificio de sus gentes, que es lo que da la verdadera superioridad a los ejércitos que combaten por las causas nobles.
7 ) que los aliados han olvidado que en las clases y culturas oprimidas los símbolos juegan un rol invisible primordial, imposible de percibir para quienes recién llegados no comparten los mecanismos de su decodificación. Los símbolos de los pueblos que luchan por su autonomía y de las clases que luchan por su emancipaciónn llenan de símbolos intactos las páginas del tiempo y la memoria, que el capitalismo no podrá pervertir como lo demuestra el del Ché, y son tan peligrosos como las trampas de bambú o las hormigas amaestradas en medio de las selvas tropicales del Sud-Este Asiático.
En los países que luchan por la liberación bajo las banderas del socialismo no son los partidos o los Estados los que buscan reclutar a sus hombres con amenazas, engaños, promesas o prevendas, sino cada uno de estos los que buscan ganarse un lugar para inmolarse en el crisol de una causa que trasciende a su clase, a su nación o a la historia, otorgándole a sus vidas un significado y un sentido superior al placer, a la seguridad y a la cotidianeidad del confort y del egoísmo occidentales.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home